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www.bestiario.com/fotocopia
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LEJOS, CERCA.. No sé lo que será, si la tecnología o la edad, pero las distancias no son lo que eran. Las cosas, las personas, pueden estar lejos físicamente, pero las siento cerca. Puede ser que hace mucho tiempo que no las haya visto, o poco, es igual, están conmigo.
Es el tiempo lo que cada vez percibo de peor manera. Hace bastante que empecé un proceso que parece que sigue avanzando. Ante la imposibilidad de recordar fechas, decidí dejar de hacer el esfuerzo. Ante el estrés que me provocaban los plazos reducidos, ante la depresión que me producía ver cómo fases de mi vida supuestamente cortas se dilataban hasta el infinito, dejé de pensar en ello. Decidí, más bien de forma inconsciente, no contar mis días, mis meses, mis años.
Determinadas particularidades de mi vida han facilitado esta tarea. El no tener un horario fijo de trabajo, ni unos días determinados a la semana, impide que marque un ritmo socialmente normal de siete días. El no tener un horario fijo de sueño, el alternar rachas de dormir con relativa facilidad o ver amanecer sin poder haber pegado ojo, hace que la frontera entre días sea también bastante sutil y difusa.
Tengo tanta facilidad para recordar determinadas cosas, como para olvidar otras. No hay un criterio concreto, pero sucede invariablemente.
El resultado es que la vida se comprime. Todo sucede aquí y ahora, y todos están conmigo.
Publicado el martes, 4 de diciembre de 2007, a las 11 horas y 25 minutos
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PROBLEMÁTICO Y CONFLICTIVO.. Así me describió mi casero. También como el único que se queja o el que provoca todos los problemas. Y también me dijo que se alegraba de que este fuera el último mes que estamos en su piso.
Describiré someramente mi aspecto actual, que se supone amenazador: 1'65m de altura, unos setenta kilos distribuidos de forma no-atlética, pelo lacio, moreno y cada vez más escaso, ojeras perennes, barba que para otros es de una semana pero que lleva conmigo cuatro, y casi siempre que mi casero aparece, llevo un aterrador pijama de rayas y chanclas. Es lo que tiene trabajar en casa, que da pereza vestirse.
Y cuando ayer le llamé para decirle que la bronca que vino a echarnos al piso no me parecía bien, me soltó lo de problemático y conflictivo. Supongo que sí me excité más de la cuenta.
Si sólo habíamos tenido un par de apagones de luz, un calentador que funcionó mal durante dos meses, que acabó rompiéndose y que tardó en repararse sólo una semana, semana durante la cual tuvimos el placer de ducharnos con agua a diez grados, la conexión a internet defectuosa, la instalación de calefacción inutilizada mientras se reparaba una pequeña gotera que venía del piso de arriba, muebles que tenían que llegar en una semana y estaban transcurridas seis, el lavavajillas que tenía la instalación incompleta (y por tanto era inútil), y alguna cosa más, como reparaciones que se suponía debíamos tener en días y tardaron en llegar semanas, ventanas y persianas nuevas también con retraso, o la ausencia de mampara del baño que nos obligaba a remojarnos acuclillados para no manchar (con el calentador roto, recuerdo, pero eso sí, cuidando de que el parquet no se mojara).
Supongo que sí soy problemático, y que me pongo nervioso por nada. Si sólo habían sido dos meses de problemas sucesivos, de cosas que deberían estar y no estaban, cosas que debían funcionar y no lo hacían. Al fin y al cabo la casa no deja de ser suya, y nosotros sólo pagamos setecientos (700) euros por una habitación en un piso compartido con cinco personas más, siete en total.
¿Qué pretendemos? ¿Tener además derecho a quejarnos?
Publicado el lunes, 10 de diciembre de 2007, a las 1 horas y 30 minutos
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ALFRED. .
Este hombre, que ha filmado mejor que nadie el miedo, es a su vez un miedoso, y supongo que su éxito está estrechamente relacionado con este rasgo caracterológico. A todo lo largo de su carrera, Alfred Hitchcock ha experimentado la necesidad de protegerse de los actores, de los productores, de los técnicos, porque el más pequeño fallo o el menor capricho de cualquiera de ellos podía comprometer la integridad del film. Para Hitchcock la mejor manera de protegerse era la de llegar a ser el director con el que sueñan ser dirigidas todas las estrellas, la de convertirse en su propio productor, la de aprender más sobre la técnica que los mismos técnicos... Aún le faltaba protegerse del público y para ello Hitchcock acometió la tarea de seducirlo aterrorizándole, haciéndole reencontrar todas las emociones fuertes de la niñez, cuando se jugaba al escondite tras los muebles de la casa tranquila, cuando estaban a punto de atraparte en la "gallina ciega", cuando por las noches, en la cama, un juguete olvidado sobre un mueble se convertía en algo inquietante y misterioso.
El cine según Hitchcock, François Truffaut
Publicado el viernes, 14 de diciembre de 2007, a las 9 horas y 42 minutos
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ALFRED Y FRANÇOIS. Apenas acabo de empezar el libro ayer mismo, sólo llevo leídas unas cien páginas, y mis sospechas empiezan a confirmarse: El cine según Hitchcock, donde François Truffaut transcribe una serie de conversaciones mantenidas con Alfred Hitchcock, es el mejor libro de arquitectura que he leído nunca.
Concretamente es el mejor libro que habla sobre el desarrollo de un proyecto arquitectónico que he leído nunca. Y después de once años de carrera (aún inacabada), me ha dado tiempo a leer bastantes, y a escuchar bastantes teorías al respecto, expuestas por las mejores cabezas pensantes del planeta Arquitectura. Lo escribo con mayúsculas porque ellos lo hacen; yo todavía tengo mis dudas de si es con mayúscula siempre, o sólo debemos guardarnos la letra capital para ocasiones especiales.
Ellos, Alfred y François, nunca nombran la palabra arquitectura, o al menos por ahora no lo han hecho. En cambio no hacen nada más que hablar de comunicación, ritmo, distancia, composición, tiempo, comprensión, sensibilidad, y para llegar a estos fines utilizan medios como la planificación, precisión, experiencia, investigación. No hay hierros, pero sí estructuras, no hay cemento, pero sí construcción, no hay madera, pero sí creación de ambientes. El único nexo directo de unión es la luz, y ellos la utilizan siempre de manera mucho más inteligente, más precisa, más intencionada, más bella. Como casi todo. Por ejemplo:
François Truffaut: Creo que se trata no sólo de clarificar sino también de simplificar, de tener el espíritu de simplificación y a este respecto me pregunto si no hay dos clases de artistas: los “simplificadores” y los “complicadores”. En este caso se podría decir que entre los complicadores hay grandes artistas, buenos escritores, pero que, para triunfar en el campo del espectáculo, es preferible ser “simplificador”. ¿Está usted de acuerdo?
Alfred Hitchcock: Es esencial porque es preciso, incluso, poder sentir en sí mismo las emociones que se quieren lograr del público. Por ejemplo, las personas que no saben “simplificar” no pueden controlar el tiempo del que disponen, se inquietan abstractamente y sus vagas inquietudes les impiden concentrarse en las preocupaciones precisas, de la misma manera que un mal conferenciante se perturba porque se está observando mientras está hablando y pierde el hilo de su discurso.
Cuando ellos dicen triunfar en el campo del espectáculo se podría suponer que esto es un hecho no deseable, un comentario despectivo, pero no es así. Hitchcock ponía al público siempre por delante, su mayor deseo era romper la distancia existente entre película y espectador, pasar de la mera comunicación a la empatía. Por tanto, cuando ellos hablan del espectáculo en realidad están hablando de la sublimación del hecho comunicativo, de la transmisión directa de sensaciones. Y por supuesto, “simple” no es sinónimo de “sencillo”, ni de “vacío de contenido”.
Este extracto parece que habla de cine, pero en ningún momento lo mencionan. El único ingrediente que le da carácter cinéfilo al asunto es la identidad de ambos personajes. Prueben a leer el texto otra vez, pero olvidando que son Hitchcock y Truffaut. Mis profesores muchas veces han intentado explicarme conceptos similares, casi todos ellos sin éxito. Primero pensé que era mal alumno, luego descubrí que los que no lo lograban eran malos profesores.
Ahora sé que esos malos profesores eran “complicadores”. También sé que encontrar un buen profesor es casi más difícil que encontrar un buen arquitecto. O un buen escritor.
P.D: Quiero agradecer a la maravillosa compañía aérea Iberia la posibilidad que me dio de escribir este texto en sus instalaciones. Este texto y todo lo demás que me dio tiempo a hacer desde que entré en el aeropuerto de Alicante a las 12h y llegué al de Barcelona a las 21h...
Publicado el sábado, 15 de diciembre de 2007, a las 10 horas y 15 minutos
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