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LIKE DYLAN IN THE MOVIES. La noche del sábado al domingo este cronista decidió enfrentarse a uno de esos regalos navideños que uno va posponiendo para disfrutarlos con detenimiento, con pausa y, a poder ser, con un vaso de contenido brumoso en la mano. Me refiero a No direction home, el documental que Scorsese consagró a Dylan el año pasado y que acaba de ser galardonado con el Grammy a la mejor película de contenido musical. Aunque atemorizado por los dos cedés que contenía la caja, quien suscribe decidió, en un acto de valentía, atreverse a caminar por la selva de celuloide que proponía el viejo maestro del cine.

Desde luego, No direction home entusiasmará a los fans de Dylan, entre quienes uno ni se cuenta ni deja de contarse, aunque admire tanto los himnos folk de su primera época como algunas de las perlas rockeras de su etapa posterior. No obstante, lo que resulta más peculiar es que el filme también interesará a quienes no sean melómanos empedernidos, pero quieran adentrarse por las avenidas (y las trastiendas mal iluminadas) de la mitología contracultural americana. Si bien el mecanismo de la película obedece a las leyes del documental en su alternancia de entrevistas a colegas, amigos y vecinos del cantautor (Joan Baez, el poeta Allen Ginsberg) y secuencias de actuaciones musicales, Scorsese pretende ir un paso más allá y reflexionar sobre la educación cultural de una generación. En ese sentido, su manejo del material de archivo y su indagación en los iconos sesentayochistas se revela todo un acierto. Así, la biografía intelectual de Dylan —que nadie espere aquí ni el menor resquicio a la chismología sentimental— se trenza con un panorama complejo donde conviven la factory de Warhol, las proclamas pacifistas de Martin Luther King, los destellos de la poesía beat o las protestas contra la guerra de Vietnam en la Universidad de Berkeley. No obstante, la cinta también ofrece algún espacio para el intimismo, gracias a los largos monólogos que Dylan dedica a su formación musical y a la influencia que en él ejerció Woody Guthrie.

Por último, Scorsese logra quizá la pirueta más difícil para el documentalista: lograr que el espectador se forme su propia imagen del personaje a través del caleidoscopio de opiniones vertidas por quienes lo conocieron. Ajeno a la tentación de la hagiografía, en la que caía el reciente biopic de Cash, el realizador muestra el rostro ambivalente de un Dylan polémico que participó en los principales debates musicales de su tiempo —canción comprometida vs. libertad rock, regreso a las raíces folk vs. concesiones al gusto pop— con una postura no siempre nítida. Ahí están, para poner de relieve las contradicciones del genio, los demoledores comentarios de Joan Baez sobre el «oportunismo» del creador. En resumen, No direction home dará a los fans de Dylan la ocasión de seguir en sus trece y a cualquier cinéfilo la satisfacción de recuperar a un Scorsese que, tras sus últimos batacazos en el terreno de la ficción, parece haber recuperado buena parte de su nervio narrativo en este ejercicio testimonial. Uno no se lo pasaba tan bien con una estrella de música desde la proyección de Year of the horse, el excelente documental de Jim Jarmusch sobre la gira de Neil Young en 1996. Y algo ha llovido desde entonces.

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Publicado el lunes, 13 de febrero de 2006, a las 14 horas y 51 minutos


[1] ESPECTATIVA. Betaville, me quedo espectante.

Un gran interés suscitas con el tono de tu post.

Gracias nuevamente.
Comentado por Vir& | 09/3/2006 03:40 | http://puertoa.blogspot.com






Ilustración de Toño Benavides
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