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UNA DE CAL Y OTRA DE…. El sábado pasado se encontraba este cronista ante un dilema existencial. Pondré a los lectores en antecedentes. Hora aproximada: 18:15. Localización: La taquilla de una de las multisalas que proliferan en esos centros comerciales que se dirían diseñados al alimón por el hermano psicótico de Kafka y por el vecino colorista de Mariscal. Estado: Gripal tirando a crítico. En tales circunstancias, un servidor miró la cartelera y no halló apenas cosa donde poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. Después de algunos minutos de deliberación, y tras la correspondiente consulta a mi habitual (y sufriente) interlocutora, tracé el siguiente itinerario cinéfilo: iría aquella tarde a ver Los padres de él, de Jay Roach, inocua secuela de Los padres de ella, y dejaría para el día siguiente la más ardua, densa y crespuscular The Millon Dollar Baby, de y con Clint «cárgate-un-puente» Eastwood. Pues bien, tal vez fuese debido al ejercicio autoimpuesto de esquizofrenia fílmica, o tal vez a mi congestión nasal, o quizá a una mezcla entre ambas, pero me pareció que las dos películas compartían en buena medida virtudes y defectos, y que dicha cuota era, en cualquier caso, una consecuencia directa del modo de producción imperante en Hollywood. Me explico: el humor escatológico y procaz de Jay Roach esconde en el fondo una lección moral sobre la familia no muy distinta de la que contenían las películas del Hollywood clásico, algo así como una mezcla entre las melancolías domésticas de El padre de la novia y los vodeviles de chalé protagonizados por Doris Day. Por su parte, el clasicismo al que apela Eastwood para su incursión en las trastiendas emocionales del boxeo femenino tiene mucho de ejercicio posmoderno, en virtud de una fusión de géneros y tonalidades que probablemente no desagradaría al último Almodóvar.
Los padres de él incide en un tipo de comedia «gamberra» que encontró en los hermanos Farrelly a sus demiurgos y en Ben Stiller a su principal actor-profeta. La receta de esta cocina humorística es sobradamente conocida: bastante sal gruesa, algo de pimienta y otras especias, y una pizca de mala uva. Aunque algunos críticos optimistas se apresuraron a calificar las piruetas de los Farrelly como una auténtica renovación de la comedia americana, en la línea de Jerry Lewis, la originalidad de sus propuestas nunca fue excesiva. Es cierto que sus mejores películas (Algo pasa con Mary y Yo, yo mismo e Irene) incluían una dosis de escatología hasta entonces inédita en los filmes para todos los públicos. Sin embargo, lo «políticamente incorrecto» solía ser el medio, pero nunca la finalidad de tales filmes. Jay Roach, inventor del extravagante detective Austin Powers, es uno de los mejores exponentes de la cantera farrellyana. En Los padres de él, con un presupuesto holgado y unos actores de relumbrón, sabe sacar partido a numerosos gags visuales, especialmente en lo concerniente a las mascotas de De Niro y Hoffmann, tan sobreactuados como efectivos. No obstante, una vez conocidas las claves de la primera entrega, Conozca a los Foglien (como reza el título original) se reduce a una sucesión de secuencias a veces inspiradas y otras anodinas que en alguna ocasión provocan la sonrisa, pero en pocas la carcajada.
En los antípodas de Los padres de él se sitúa The Million Dollar Baby. Vaya por delante que, a quien suscribe, el Eastwood director se le antoja francamente irregular. Aunque actualmente obtiene los parabienes unánimes de la crítica, me parece que en su filmografía hay títulos excepcionales —Sin perdón, Un mundo perfecto, Medianoche en el jardín del bien y del mal—; películas muy solventes —Poder absoluto, Ejecución inminente—; algunas curiosidades interesantes —Cazador blanco, corazón negro, Cowboys del espacio—; apuestas tan arriesgadas como fallidas —Los puentes de Madison, Mystic River— y auténticos bodrios dignos de la faceta de realizador de Steven Seagal —Firefox, de la que el propio Eastwood, con buen criterio, ha abjurado—. Pues bien, The Million Dollar Baby se encuadra dentro de las películas más atrevidas del realizador, pero no precisamente entre las más logradas. El filme, dividido en dos mitades claramente diferenciadas, propone una mezcla, a veces indigesta, entre Rocky y Mar adentro. Es decir, faceta autoayuda y superación, junto con discurso sobre la eutanasia. Dicho así, suena bastante raro. Prometo que la extrañeza no disminuye con la proyección de la película, pese a que Eastwood se encarga de envolver al espectador con una voz en off que contribuye a solventar algunas de las lagunas del guión mediante el muy socorrido recurso de la elipsis. Así, la epopeya sobre un entrenador en declive que lee a Yeats y que es un gafe irremediable —aunque él no lo sabe, el espectador se lo barrunta desde el primer fotograma— se salva por la excelente interpretación de todo el elenco, desde un hierático Morgan Freeman hasta un paciente Eastwood, sin olvidar, claro está, el auténtico tour de force actoral de Hilary Swank, mucho más convincente aquí que en el papel de Boys don’t cry que le valió el oscar hace algunos años. Por cierto, habría que aclararle al señor Eastwood que Alemania Oriental, de donde procede la terrible boxeadora que provoca la desgracia de la Swank, desapareció hace ya algunos años, en concreto desde la caída del muro de Berlín. Aunque concedámosle a Eastwood el beneficio de la duda: quizá pretendía congraciarse así con los sectores conservadores que se han alzado contra esta película por su discurso pro-eutanasia. ¿O es que no se acuerdan ustedes de que en las sucesivas entregas de Rocky también Stallone se batía el cobre con los representantes de todas las geografías comunistas? Lo sentimos, Eastwood, pero sólo hay una gran película sobre entrenadores de boxeo en declive: se llama Fat City, y la dirigió John Huston en 1972.
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Publicado el martes, 8 de febrero de 2005, a las 21 horas y 13 minutos
[1] ¿Qué te parece que Pedro y Agustín Almodovar hayan dejado la Academia de Cine?
Un saludo
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Malp | 08/2/2005 21:31
[2] GRACIAS. Gracias por tu comentario. He estado viendo tu blog y a partir de ahora te voy a leer mucho. Saludos, Zucco.
[3] El amigo Clint. Comparto tu opinión: Clint es irregular, dentro de un nivel bastante alto. Mystic River también me parece fallida. Sobre todo, por el guión: se basa demasiado en una "casualidad". En cualquier caso, no me pierdo ninguna de sus películas, como tú.
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Franz | 09/2/2005 12:40
[4] Yenesepá. - ¿Cómo te llamas?
- Elodie.
- ¿Francesa?
- No, parapléjica.
Comentado por
Lorenzo | 09/2/2005 18:39
[5] Curiosidades. no es curioso que en mas o menos la misma fecha se realicen dos películas sobre la eutanasia.... Mi memoría cinematográfica es ciertamente nula, pero... hay muchas más películas que traten el tema?
Comentado por
David Gil | 10/2/2005 19:54
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