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LOS RIESGOS DEL VIRTUOSISMO. La última película del coreano Park Chan-wook, Old Boy, se presenta con unas credenciales envidiables: Gran Premio del Jurado en el pasado festival de Cannes, premio a la Mejor Película en Sitges, además de un amplio rosario de reconocimientos en certámenes de menor prestigio. Esta reacción crítica se hallaría plenamente justificada si lo único digno de valorar en un filme fuese su soporte formal o su singularidad estética. En ese sentido, Old Boy es una película impecable, que mezcla texturas con gran habilidad, que se apropia de ingredientes del discurso experimental y que difumina los límites entre el lenguaje cinematográfico y otros formatos (videoclip, cómic «manga», literatura «pulp»). Al mismo tiempo, los bruscos movimientos de cámara, la utilización de la música o el montaje rápido contribuyen a introducir al espectador en un torrencial vértigo de imágenes. Ahora bien, este cronista no consigue entender por qué el virtuosismo formal debería redimir los abundantes errores de fondo (tonales, narrativos y argumentales) que despliega Old Boy a lo largo de su abultado metraje.
Aunque en apariencia su propuesta no difiera en lo sustantivo de otras que hemos defendido en estas páginas —desde Kill Bill, el espléndido film-fusion de Tarantino, a la desolada violencia de Zatoichi, el último Kitano—, Old Boy comparte en realidad muy pocos de sus logros. El problema reside en que en la película de Chan-wook todo resulta gratuito. En el discurso cinematográfico, las estructuras originales y los argumentos intrincados sólo tienen sentido si la resolución no desmerece tales conflictos, como sucedía en la notable Memento, de Christopher Nolan. En cambio, Chan-wook se entrega con devoción a la complejidad por la complejidad, ya que plantea una incógnita argumental que resuelve al final de manera harto precipitada y chapucera, con mecanismos que no siempre evitan el sonrojo ajeno (la hipnosis como comodín). Lo mismo puede decirse de los estallidos de violencia, que oscilan aquí entre el humor negro, el grand guignol y el estricto absurdo. A lo largo del filme, asistimos a sesiones de tortura (física y psicológica), debates que se solucionan a martillazos y dudas que se esclarecen tras una improvisada labor de ortodoncia. Esta exagerada carga violenta, sin embargo, termina por anestesiar al espectador. Además, dado que la película carece de un tono bien definido, el asombrado cronista no sabe si debe reír o estremecerse ante el cúmulo de truculencias que desgrana Old Boy con delectación.
Si estos dispositivos resultan poco convincentes, aún menos lo son las supuestas notas de humor (la imitación «perruna» del protagonista) o las incursiones en lo grotesco (la plasmación visual de la hormiga gigante en el metro). Quedan, si acaso, las sobrias imágenes que remiten a la infancia del protagonista y que explican su reclusión inicial. Pero, cuando esto sucede, uno está ya cansado de situaciones incongruentes, salvajadas «made in Hong Kong» y diálogos propios de un filme de Jackie Chan. Si trazáramos un paralelismo con el cine estadounidense reciente, diríamos que Chan-wook ha querido hacer Memento y le ha salido une versión «gore» de The Game. Y es que, si las manías no las curan los médicos, tampoco los galardones suplen el talento.
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Publicado el lunes, 30 de mayo de 2005, a las 16 horas y 29 minutos
[1] Sobre este blog, una idea: posts más breves. No siempre es fácil leer (o encontrar tiempo) para detenerse en mensajes tan largos. Por lo demás, impecable.
Comentado por
GDP | 31/5/2005 23:54
[2] Pues pues. Toy leyendo tu blog a ver que voy a ver esta noche.... Y me parece que está me la dejo pal DVD
Comentado por
David | 01/6/2005 21:10
[3] Muy buenas, Betaville... Si se valiesen las peticiones, ahí va una: ¿podría escribir algo sobre Donnie Darko?
Agradecido,
[4] He visto su mensaje en MVCUC. A propósito de Donnie Darko:
Ayer lo vi. Es el filme favorito de mi amigo Matthew. Tiene el póster (uno de ellos) en su casa y siempre me había provocado curiosidad. Hace un año la proyectaron en la pantalla grande (the director's cut, imagino). Entonces, no fui a verla. En cambio, ayer, a pesar de las ganas, no pude evitar la caída en picado hacia el sueño y el sopor: no por desinterés sino porque estaba, estoy, destrozado. Encima, el deuvedé estaba jodido y, durante cinco minutos y en dos ocasiones, dio problemas: la moviola. Hoy no creo que la vuelva a ver. Debería hacerlo, pero en el cine y previo chupito de cafeína. ¿Se lo pongo peor? Tele pequeña y visionado ¡en blanco y negro!
En todo caso, le animo a verla y espero, de verdad, su comentario.
Siga así,
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