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COMO FIERAS SIN CENCERRO. Es posible que Madagascar, la nueva apuesta de la factoría Dreamworks, decepcione un tanto a quienes hayan seguido con interés las evoluciones del cine de animación en los últimos años. Dos motivos ocasionarían esta relativa desilusión: por una parte, se trata de un filme orientado principalmente hacia un público infantil, frente a las propuestas cada vez más metaficcionales y «adultas» de la Pixar; por otra, su convencional discurso sobre la amistad se encuentra en los antípodas del tono «políticamente incorrecto», y hasta cierto punto subversivo, de otras producciones similares (este cronista piensa en las dos entregas de Shrek, sobre todo en la original).

No obstante, una vez asumidas las premisas anteriores, cabe añadir que Madagascar ofrece numerosos alicientes que justifican su visión. No sólo el peculiar bestiario que desfila por el celuloide tiene encanto más que suficiente para captar la atención de cualquier espectador —el león cosmopolita Álex, la hipocondríaca jirafa Melmer, la cebra Marty, los festivos lemures o los psicóticos pingüinos, sin duda lo mejor de la función—; además, sus peripecias están contadas con gracia y pulso narrativo, condiciones indispensables para que una película de semejantes características llegue a buen puerto. Con esta finalidad, Madagascar se sirve de ciertos recursos que aumentan su capacidad humorística, como los abundantes gags visuales —véase el «travelling» que ilustra con ironía la crueldad de la «selección natural»— o musicales —la fiesta rave organizada por los lemures, con coreografía incluida—. Junto con estos mecanismos, cabe anotar también los guiños cinéfilos, que consiguen que el espectador más renuente esboce una sonrisa. Así, al lado de algunas referencias más o menos veladas —a los filmes de aventuras tropicales, a los de espionaje o a los de la saga de Tarzán—, destacan los homenajes explícitos a El rey León, Carros de fuego, Náufrago o… American Beauty.

En suma, Madagascar no sólo hará pasar un buen rato a los más pequeños de la casa, sino a cualquier espectador que desee asomarse sin anteojeras al cine de animación actual. A pesar de su deliberada intrascendencia, la película logra con creces su objetivo: mostrar que los aspectos más irónicos de la existencia humana pueden desplazarse también a las circunstancias de un peculiar bestiario que ha sustituido las comodidades de su zoológico por la insospechada aventura en la jungla tropical. Como fieras sin cencerro.



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Publicado el jueves, 23 de junio de 2005, a las 13 horas y 53 minutos








Ilustración de Toño Benavides
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