MIRADAS. Demonlover, del director francés Olivier Assayas, es más un filme-ensayo que una película convencional. A lo largo de su metraje, la película desarrolla un discurso sobre el dominio de las imágenes en la actual cultura globalizada, la velocidad de la vida contemporánea o la asepsia en las relaciones interpersonales a comienzos del siglo XXI. Con todo, para entrar en el juego de Assayas, el espectador debe renunciar a varios rasgos (quizá demasiados) propios del cine de ficción convencional. En primer lugar, ha de prescindir de un desarrollo del relato que atienda a la linealidad narrativa; en segundo lugar, tiene que aceptar a unos personajes planos, que encarnan antes determinados valores éticos o sociales que roles ficticios, y, por último, debe resignarse a ciertos diálogos «para besugos» que rara vez conducen a perfilar a los protagonistas o a aclarar las situaciones. No obstante, si el espectador es capaz de dejar a un lado las normas del cine narrativo habitual, es posible que la visión de la película no resulte del todo frustrante.
De hecho, bajo el pretexto de una intriga bastante confusa sobre espionaje empresarial y turbias redes de pornografía, Assayas ofrece un mosaico de texturas visuales (videoclips, dibujos animados, secuencias de vídeo, informativos) y de constantes sonoras (músicas estridentes, chirridos, ruidos de motores) que articula una reflexión sobre el papel anestesiante que cumple la imagen dentro de la sociedad del presente. En ese sentido,
Demonlover interesa más por la fascinación que desprenden algunos de sus fotogramas (las largas panorámicas de Tokio y París, las escenas de conducción nocturna) que por la lectura moral que se deduce del filme. Para entendernos, nos situamos en los aledaños del Abel Ferrara de
New Rose Hotel o del David Lynch de
Mulholland Drive, aunque con la parsimonia y el cuidado por el detalle que se gasta el cine galo.
Demonlover es, en suma, una película impecablemente dirigida, pero que deja cierto regusto amargo, ya que su voluntad reflexiva no acaba de cristalizar en un relato convincente. Al igual que sucede con las discutidas novelas de Michel Houllebeq, este cronista percibe en
Demonlover un valor sociológico superior al artístico. Es cierto que Assayas es un excelente creador de atmósferas, pero al cabo uno echa de menos un argumento más trabado y una encarnadura humana superior a la que muestran los personajes de la película. Como las ejecutivas agresivas que protagonizan el filme (Connie Nielsen y Chlöe Sevigny), el espectador puede disfrutar con el viaje que propone Assayas, pero no puede evitar después una sensación de
jet lag algo molesta. Problemas de volar en celuloide.
PD: Este cronista parte de vacaciones el próximo sábado y va a estar un par de semanas «desinternautizado». Betaville agradece su comprensión a todos los blogueros aficionados al séptimo arte y promete volver con más estrenos y con un mayor desarrollo de algunas secciones, como «Filmografías», «Impares, fila 13» o «La versión Vader». Para ello se aceptan sugerencias, peticiones, ruegos y preguntas por parte de todos los lectores de esta página. Au revoir, como dijo Voltaire.