¿QUIÉN TEME A PETER SELLERS?. Llámame Peter, biografía no autorizada del actor Peter Sellers, destaca por su voluntad de escapar a las rígidas normas del
biopic al uso. A ello no es ajena la presencia tras las cámaras de Stephen Hopkins, director habitual de subproductos de acción (aunque también de algunos de los mejores capítulos de la serie
24), que parece haberse enfrentado a este proyecto como si se tratase de una profesión de fe en el cine adulto e independiente. Al margen de esta reinvención autorial, lo más llamativo de la película es su vocación desmitificadora, que muestra a Peter Sellers como resultado químicamente impuro de una combinación entre una madre represiva, una mentalidad infantil y un insaciable afán megalómano. A tal punto llega la aureola negativa proyectada sobre la figura del protagonista que su único gesto noble parece ser su empeño por llevar a cabo la adaptación de
Bienvenido Mr. Chance, una de sus pocas películas serias.
Más allá de las posibles coincidencias entre el personaje real y el ficticio,
Llámame Peter destaca por su honestidad estética. De hecho, el filme tiene sus principales logros en una atmósfera visual de textura
pop, que alcanza su mayor grado de fidelidad descriptiva cuando se pone al servicio de la reconstrucción de algunos de los rodajes en que participó Sellers. Así, las secuencias de
La pantera roja o
Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú? recreadas en la cinta guardan tal similitud con las imágenes reales de dichas películas que resultaría difícil diferenciar el original de la copia. Finalmente, también cabe situar entre las virtudes de
Llámame Peter el artificioso juego de ventriloquia de un verosímil Geoffrey Rush, bien secundado por un elenco actoral donde brillan intérpretes como John Lithgow (como Blake Edwards), Stanley Tucci (como Stanley Kubrick), Emily Watson y Charlize Theron (como la primera y la segunda mujer de Sellers, respectivamente).
Con todo,
Llámame Peter no es una película redonda. En sus dos horas largas, el filme acusa cierta monotonía tanto en su estructura (que alterna las secuencias del Sellers real y del Sellers actor) como, sobre todo, en el esquema psicológico de sus personajes. De este modo, el espectador acaba por desconectar la enésima vez que se exponen las inseguridades de Sellers, su arbitrariedad infantil o sus discusiones conyugales... ¡y eso que Hopkins nos ahorra los dos últimos matrimonios del actor!
En suma,
Llámame Peter se revela como una propuesta estética interesante, aunque la estructura del filme, demasiado errática y reiterativa, no se encuentre a la misma altura que su transposición en imágenes. Del celuloide se desprende, eso sí, un curioso epítome que se podría utilizar como perverso eslogan comercial de la película: Una biografía que no le habría gustado a Peter Sellers.