NO ES TAN FIERO EL LEÓN. Hace unos años un crítico de cine guasón hacía el siguiente comentario: “Deberían entregarle un león al Sr. Manchewski. A ser posible, vivo”. El comentario, motivado por un seudowestern de infausta memoria, se inscribía dentro del ámbito de la Mostra de cine de Venecia, cuyo premio principal es el León de Oro. Pues bien, la nueva edición del festival de Venecia se clausuró ayer y, aunque este cronista tampoco estuvo allí (va a ser cuestión de empezar a pedir subvenciones), sí leyó las suficientes críticas como para formarse una idea de las películas más interesantes exhibidas este año. Ahí va, por tanto, una síntesis de la Mostra en cinco comprimidos:
Brokeback Mountain. La ganadora del León de Oro fue esta película de nacionalidad norteamericana, aunque dirigida por el taiwanés Ang Lee. Tras el fiasco de
Hulk, el polifacético Lee regresa al cine independiente para ilustrar un singular
western romántico cuya peculiaridad reside en abordar el tema homosexual. ¿Conseguirá desmitificar Lee a los varoniles
cowboys? ¿Será tan buena la interpretación de Heath Ledger como dicen? ¿Consistirá el filme en un encubierto homenaje al Mel Brooks de
Sillas de montar calientes?
Buenas noches y buena suerte. George Clooney, en su segundo trabajo como realizador, logró conciliar las preferencias de crítica y público. Pese a que al final no obtuvo el León de Oro, su dura crítica a la «caza de brujas» del senador McCarthy, rodada en un sobrio blanco y negro, logró el premio al mejor guión, a la mejor interpretación (para David Straithairn) y el de la crítica internacional. Ahí es nada.
Mary. El inefable Abel Ferrara ganó inesperadamente el León de Plata (premio especial del Jurado) con una de sus negrísimas historias de caída y redención. Esta vez sin recurrir a sus habituales tamices genéricos, Ferrara trata de manera directa la preocupación religiosa que subyace en la mayoría de sus filmes. Juliette Binoche presta su rostro a una actriz que, tras interpretar a María Magdalena, acaba por asumir el papel del personaje. Amenaza con ser la versión políticamente incorrecta de
La Pasión de Mel Gibson y con crear más escándalo que
La última tentación de Cristo.
Los amantes regulares. Philippe Garrel, uno de los emblemas de la
nouvelle vague, se enfrenta a la revolución de mayo del 68 en un filme en blanco y negro de tres horas de duración. Promete un estilizado cóctel de drogas, sexo y nostalgia. Con todo, algunos críticos han mostrado ciertas reservas hacia sus diálogos existenciales henchidos de trascendencia. Obtuvo el León de Plata al mejor director y el premio a la mejor contribución artística.
La bestia en el corazón. La realizadora italiana Cristina Comencini elabora en este filme una rara tragicomedia familiar que oscila entre el costumbrismo neorrealista y el dramón de sobremesa (no en vano, uno de sus temas es el del abuso sexual a los niños). La película, tal vez por la cuota de patriotismo inherente a los festivales de cine, se alzó con la Copa Volpi a la mejor actriz para Giovanna Mezzogiorno.
Y, además, se han visto estos días en el Lido otras películas destacadas:
Espejo mágico, un nuevo experimento del casi centenario realizador portugués Manoel de Oliveria;
Lady Venganza, donde el coreano Park Chan-Wook termina la trilogía comenzada con
Mr. Venganza y proseguida con
Old Boy;
Gabrielle, un drama intimista del francés Patrice Chéreau;
Everlasting regret, una melancólica «chinoiserie» de Stanley Kwan;
Gaspartum, marcianada del ruso Alexei Guerman;
El jardinero fiel, adaptación de John Le Carré a cargo del brasileño Fernando Meirelles, o
El secreto de los hermanos Grimm, de Terry Gilliam, cuya crítica pronto estará disponible en esta página.