ESTO ES HALLOWEEN. La novia cadáver, codirigida por Tim Burton y Mike Johnson, supone una prolongación espiritual de aquella ya lejana
Pesadilla antes de Navidad que en 1993 rodó Henry Selick a partir de una idea de Burton. Pese a que todo filme de animación implica un arduo trabajo en equipo, los ambientes y figuras de
La novia cadáver pertenecen a un imaginario netamente burtoniano. De nuevo unas estilizadas marionetas son aquí las protagonistas de una historia de terror gótico que bebe tanto de las fuentes narrativas populares como de cierto gusto por lo macabro que remite a
Sleepy Hollow, tal vez la última obra maestra del realizador.
Así, la receta de
La novia cadáver es un cóctel mezclado, no agitado, de los principales ingredientes de un universo cinematográfico harto peculiar: unos personajes propensos a la melancolía, una ambientación de ecos románticos y un oscuro sentido cómico que se desliza con frecuencia hacia el humor negro, todo ello salpimentado por unos brillantes números musicales que recuerdan a los protagonizados por los impagables oompa-loompas de
Charlie y la fábrica de chocolate. Con todo, la nueva película de Burton presenta rasgos que la individualizan dentro del contexto cinematográfico del autor, como la minuciosa recreación de una atmósfera de época, una mayor penetración «psicológica» en los arquetipos dibujados o un juego cromático que tiene una clara función en la película. Así, dentro de las reglas del filme, no debe extrañarnos la caricatura de los padres de los protagonistas, que abarca desde un ácido retrato de los nuevos ricos hasta una mirada no menos satírica hacia la nobleza venida a menos. Tampoco debe sorprendernos que el mundo de los vivos esté representado en un lánguido blanco y negro, mientras que en el territorio de ultratumba predomine una variada gama de colores.
Incluso cuando
La novia cadáver se aproxima a los estereotipos del cine de animación tradicional, se advierte una actitud desmitificadora que redunda en beneficio del filme. De este modo, no deja de resultar curioso que los simpáticos animales que en la factoría Disney suelen acompañar el itinerario de los personajes de carne y hueso sean en este caso el esqueleto de un perro y un gusano, o que el malvado de la función, de indudable parecido físico con el antagonista de
Shrek, sea una mezcla de lúgubre cazadotes y asesino en serie. Sin embargo, la principal subversión de las expectativas se produce en el desenlace, en que la disolución de las fronteras entre el mundo de los vivos y el de los muertos desemboca, lejos de las convenciones del cine de
zombies, en un tierno y carnavalesco reencuentro de los personajes secundarios con sus queridos difuntos.
La novia cadáver es un excelente espectáculo de animación que no defraudará las esperanzas ni de los pequeños más valientes ni de aquellos que, como este cronista, aún quieran disfrutar como un enano con un relato fantástico surcado por la extraña magia de Tim Burton.