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VISIONES Y REVISIONES. Cuando se aproxima la hora de hacer el inevitable balance anual sobre las mejores películas del año, a este cronista le gustaría reseñar, siquiera brevemente, algunos títulos que no recogió en su día, bien porque se acumulaban los estrenos, bien porque hubo de repescarlos en las sesiones de la filmoteca o en los anaqueles de un videoclub. Ahí van, pues, en un bárbaro desorden de géneros, nacionalidades y autores, cinco filmes que deberían contar entre lo mejor de la cosecha de 2005:

La tierra de los muertos vivientes, de George A. Romero. Pues sí, una de zombies. El veterano George A. Romero ofrece, con escasísimos medios (en comparación, las cintas de John Carpenter parecen superproducciones) una película de terror que contiene un dechado de lo mejor del género, desde escenas de truculencia gore a imprevistos destellos líricos (los zombies confundiendo su reflejo en el agua con la realidad). Pese a algunos trazos de brocha gorda propios de la casa (el personaje del ricachón interpretado por Dennis Hopper), La tierra de los muertos vivientes es indiscutiblemente una parábola sobre la sociedad actual, donde el espectador debe elegir entre situarse al lado de los ambiciosos cazadores de podridos o al lado del ejército de almas en pena que forman los desheredados de nuestro mundo.

Contra la pared, de Faith Akin. A comienzos de 2005 se estrenó esta cinta turca, que ganó el Oso de Oro en Berlín y el premio de la Academia Europea de Cine a la mejor película. Relato violentísimo ambientado en la Alemania actual, el filme combina un discurso social sobre la inmigración con una apasionada historia de amor. Aunque a veces se deja llevar por algunos excesos melodramáticos, el pulso firme del director y los recursos estilísticos empleados (como la utilización de intermedios musicales a manera de coro) apuntalan una de las películas europeas más solventes de este año cinematográfico.

Nadie sabe, de Hirozaku Kore-Eda. Una de las escasas obras maestras de este año fue este pequeño filme japonés sobre unos niños abandonados en la gran ciudad. Con un dominio extraordinario de la elipsis y del tempo narrativo, Nadie sabe se eleva sobre el sustrato real del que parte para entregar un celuloide traspasado por el lirismo, la tragedia y la melancolía.

Tropical Malady, de Apichatpong Weerasethakul. Inédita en las pantallas españolas, el DVD le ha dado a quien suscribe la oportunidad de ver este filme francamente marciano, cruce imposible entre una historia de amor homosexual a lo Almodóvar y una parsimoniosa recreación de las leyendas populares tailandesas. Recomendable sólo para cinéfilos recalcitrantes.

El viento, de Eduardo Mignogna. El director argentino de Sol de otoño, a menudo demasiado blandengue, encontró con esta historia de un gaucho perdido en Buenos Aires un tono adecuado para su narración. Una vez superados los balbuceos iniciales, que parecen una reversión naturalista de El abuelo y la ciudad, el filme encuentra la respiración adecuada para llevar a buen puerto su reflexión sobre el caos de la civilización actual.


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Publicado el viernes, 16 de diciembre de 2005, a las 17 horas y 43 minutos








Ilustración de Toño Benavides
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