TREINTA Y TRES. Después de casi tres horas de autobús, no me espera un comité de bienvenida, ni la banda municipal ni mi club de fans... ni mucho menos una fiesta sorpresa. Abro la puerta y me encuentro con un «
tiene 39 de fiebre». Hasta luego, o hasta nunca, señor
Estivill. En toda la noche no baja de 38, ni apenas dormimos. Amanece. Cumplo treinta y tres años. Los celebro en Urgencias, por la mañana, y aquí, por la tarde, con deberes atrasados. Un amigo me felicita. Cuando le digo que estoy currando, hoy, el día de mi cumpleaños, y a estas horas, un viernes por la tarde, comenta: «
Eso es de pobres, ¿no?»