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PINTAR POR TANGOS. Han pasado más de dos años. El viejo cubano de apellido cafetero y el churumbel que cantaba por los bares del Rastro. Dieguito y Bebo. Diez lustros los separaban. Lágrimas negras, llanto a cuatro ojos. The New York Times: mejor disco del año. Platino y plata: 700.000 galletas. Duende y artritis. Recuerda: México DF, Tokio, BBAA, París, NY, Londres. Quejíos y teclas. Madrid-La Habana.

Diego Ramón Jiménez Salazar (Madrid, 1968) vuelve. Picasso en mis ojos. El Cigala rides again. Paco de Lucía: guitarra. Jerry González: trompeta. Javier Ruibal: bic. Pablo Ruiz Picasso: paleta. Diego El Cigala: presente.

Publicado el jueves, 14 de julio de 2005, a las 14 horas y 58 minutos

¡HOSTIA! En Liverpool Street: figli di putana.

Publicado el jueves, 7 de julio de 2005, a las 11 horas y 07 minutos

RETORNO AL JARDÍN DE SOO WONG. París huele mal, París llora, París ya es algo más que un coño.

De la metabitácora rasgada de Hunot.

Publicado el jueves, 7 de julio de 2005, a las 1 horas y 13 minutos

THAT'S ALL FOLKS. Y ahora, ¿se acabarán las obras en Mad05?

Nota: por lo que a Chinaflat respecta, Matías Bruñulf quiere agradecer a todos los lectores (rasgados o no, anónimos o sabidos) que han hecho que Mi vida como un chino se haya colado entre los 100 primeros clasificados, en todas las categorías en las que participa, del concurso de 20 Minutos.

Gracias a todos ustedes por sus votos, tantos como razones por las que Mi vida como un chino ha escalado hasta el puesto número 15 en la categoría de Mejor Blog Expatriado. Ya saben, esto es como la micebrina: uno al día.

Publicado el miércoles, 6 de julio de 2005, a las 12 horas y 47 minutos

EL CENICERO LLENO DISTRAJO A MARTA, que se olvidó de escribir que Martin elegía los países donde vivía en función del precio del tabaco, que se sentía desprotegido cuando se cruzaba con un perro en el parque y que, en el fondo, todavía no había dejado Madrid porque el culo de Asako seguía siendo virgen.

Publicado el martes, 5 de julio de 2005, a las 18 horas y 57 minutos

DESDE UN TRASTORNO HORARIO Y POST POWERPOPERO... Estos gallegos son unos cracks.

Ramiro Nieto, batería de Jet Lag.

Publicado el lunes, 4 de julio de 2005, a las 15 horas y 27 minutos

EL AMOR NOS UNE, LA POLÍTICA NOS SEPARA. Éramos cinco chinos (y un gallego) en Chinaflat. Ahora son seis y yo sigo siendo uno. Podría parecer que la única diferencia entre antes y ahora es la nueva partija resultante: nos toca un metro y medio menos de terreno a cada uno (Chinaflat mide, estirando bien el cartabón, unos sesenta metros).

El tamaño importa, cierto. El programa, no te digo. That’s the question. O sea: el nuevo inquilino, The Taiwan Lover, vino a este lar por un motivo rasgado, concreto y saltarín. Era, y sigue siendo, el amante de La china saltarina. Hasta aquí, sin novedad.

The Taiwan Lover trabaja, o estudia, todavía no me he enterado muy bien, diseño. Yo pensé que era graphic designer, pero no: el chaval se dedica ¿al diseño de moda? o ¿al de interiores? Pal caso...

En fin, que es el más moderno de todos, aunque el listón está muuuy bajo. Yo no soy moderno porque el mundo me ha hecho así. A los chinos restantes, un dragón muy malo les zampó el ínfimo atisbo de vanguardia que podría haber mostrado, por ejemplo, Chinalord, que gasta, vestigios de un pasado que no fue futuro, bermudas y gorra beisbolera. Muy chino, ya...

Si es que los chinos, joder, sólo salen como en las películas cuando te vas a manducar un rollito. En otras circunstancias, los chinos suelen ser muy poco chinos. Y yo creo que son como los indios, que sólo salen con plumas cuando:

- Opción primera: trabajan en un parque temático.

- Opción segunda: trabajan en un rodeo americano.

- Opción tercera: son peruanos y tocan la flauta y hacen el indio, al calor de la tómbola de los jamones, en las fiestas patronales de turno.

Hay una opción cuarta pero da mucho miedo. Opción cuarta: trabajan en un bar revestido de madera que se llama Saloon, Cheyenne o sabe Mao cómo. Local que ofrece, en función del día de la semana, espectáculos de, a saber:

- Banda de música de los ochenta que ya no se come un colín, tipo Los Limones, antes conocidos como L.L. del Caribe.

- Cabaret, protagonizado por todas las drag que no han conseguido destacar o, lo que es lo mismo, salir en la tele. Nota: Las drag que fueron ahora no están aquí, sino maltratando su cadera (treinta años cada una) en algún sótano, a.k.a. tugurio apto para fiestas de empresas pretendidamente picantonas o celebraciones post cena en restaurante erótico.

- Boys (ya lo dice la palabra).

- Presentaciones de bebidas que nunca se te ocurriría probar ni, menos aún, pagar por ellas. En ellas, toca de todo, como en botica, incluso un bicho que se rompe y después ilumina más que un kiko abrazado a una cruz de neón. Nota: en vez de hacer el caneco con el lucerío de marras en medio de una discoteca, casi mejor acercarse a la calle Atocha y marcarse un agarrao bajo el letrero del Mundo Fantástico.

En fin: cada día quedan menos indios, cada vez descafeinan (o desojan) más a los chinos y, cada merienda que pasa, el tigretón sabe menos a tigretón.

Decía que The Taiwan Lover es el más moderno de todos los chinos chinaflateros. Quizás, pasado un tiempo desde su llegada, podría decir que es el que mejor me cae. La verdad es que no habla mucho inglés, pero estamos empatados, porque yo tampoco hablo mucho chino. Ni hao, colegui, y poco más.

Pues nada, que el amor los unió y vino un pedazo de mar, o de tierra, a joder la marrana.

Escena 1. Cocina. Interior noche. Matías Bruñulf está sentado en la mesa de la cocina a altas horas de la madrugada porque se le ha fastidiado su impronunciable conexión wireless. Minutos antes, en vez de pensar en cómo es posible que, sin cables, salga todo lo que sale por la pantalla de su ordenador, sujeta el aparato y lo transporta a la cocina, donde hay un cable que le permitirá, por ejemplo, enviar este texto. Entonces aparece La china saltarina, algo a lo que estaba acostumbrado hasta que su amante se vino a vivir con ella. Comienza a hablar con Matías mientras sorbe, más ruidosa que sonoramente, su sopa, que reposa en un cuenco nada typical chinese: más bien típicamente sueco.

Fundido en negro.

Escena 2. La misma cocina. Interior noche, pero quince minutos más oscura. La china saltarina empieza a hablar de verdad. O sea, se confiesa. Y dice:

- Es que me cago en la puta (en chino, bueno, en su inglés achinado), este tío me tiene frita con Taiwán.

Fundido en negro oscuro.

Letras blancas. The End.

O sea, que ha venido la política a separar lo que el amor había unido. Uhm, pensé yo cuando The Taiwan Lover puso un pie en Chinaflat, a ver cómo se arregla éste nacional-taiwanés con tanto rojo-pekinés... Y no, no pasó nada, porque a Chinalord & Chinalady lo que les revoluciona las neuronas y la sangre no es la política sino la plata. Y el chaval apoquina. Fue, sin embargo, su chinita continental la que destapó la caja de los truenos.

Debería preguntarle a él, aunque no me atrevo, su versión de los hechos y confirmar por qué esa noche su nidito de amol no se incendió con sus, hasta ahora, habituales fuegos artificiales.

En fin o, lo que es lo mismo, In The End.

Publicado el viernes, 1 de julio de 2005, a las 14 horas y 57 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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