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BURLAR LA JUSTICIA. Lo cuenta Léon Bloy en sus Diarios, recién editados por Acantilado:
"En el siglo XVIII una anciana legó, en su testamento, toda su fortuna a su gato. Este testamento, naturalmente, fue anulado por los hombres. Pero Dios no lo anuló. El acto siguió siendo irrevocable, como todo acto humano, y el gato de esta vieja perversa, eternamente, reclamará su herencia".
Publicado el lunes, 25 de junio de 2007, a las 11 horas y 55 minutos
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