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CARETOS. El mundo de los gestos es alucinante. Mientras la palabra dice:
- Estoy en el mejor momento de mi vida.
Los gestos taladran: Uva pasa podrida y con resaca de más de un día.
Yo reconozco que como buena vendedora me fío poco de las palabras y mucho de los hechos.
Dicen que se las lleva el viento, y aunque nunca me ha entrado en un ojo mas que una brizna de polvo, quizá alguno haya ido al oculista y le haya sacado un “yo no fui” “puedes confiar en mí” o un “ palabra que es cierto”.
En el mercado, hoy, con un poco de tiempo, he disfrutado el momento.
En la casquería había un ojo que se salía y daba gusto ver los caretos que ponían.
Una tipa con semblante de enterrador, impertérrita, ha soltado un OH como el que lanza un pedo en Si menor en campo abierto. Pero en cambio ha hecho tal aspaviento, que como espantapájaros desde luego no tiene precio.
Mi retina me ha guardado con esmero el puchero de una señora mayor a la que su hija no dejaba comprar chocolatinas.
Y desde luego no hay que ir a Egipto para ver narices.
Todos los perfiles en reposo tienen su distinción. Pero cuando se ven afectados por un hedor, mutan y pierden toda su esplendor.
No es ningún teorema, pero la práctica tiene su gracia.
Era tal la pestilencia que las pobres napias se arrugaban, se contraían, sudaban.
Era la mezcla. A queso, a animal muerto, a leche agria... ¡Qué muecas! ¡Qué arrugas tan sanas!
Pasaron dos calcadas, supongo que hermanas, que eran de “la mejor toma falsa”... ¡Cómo no iba a quererlas la cámara! si mientras la una hacía contorsionismo con su apéndice afilado, la otra pasaba del guiño al posible esguince de napias, en menos que se tarda en decir mama quiero más.
Me han gustado los meneos, y sobretodo porque eran sinceros.
Publicado el miércoles, 1 de febrero de 2006, a las 15 horas y 54 minutos
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