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SÍMBOLOS. La nueva ley de Derrumbamiento de Símbolos de Ambos Bandos está muy bien. Los medios de comunicación se han hecho eco de estatuas, escudos y listas de caídos franquistas que pululan aún por la geografía española. Algunos periódicos, timidamente, señalan también huellas patentes del Otro Bando: estatuas de Largo Caballero, vías dedicadas a Carrillo, Durriti, Federica Montseny. Pero se dejan en el tintero lo más llamativo: el fervor generalizado hacia Dolores Ibárruri, La Pasionaria.
Un rápido paseo por Google nos localiza enseguida calles y plazas dedicadas a su nombre en decenas de localidades: desde Funelabrada a Sagunto, desde el mismo Bilbao pasando por Barakaldo hasta Avilés y Torremolinos. ¿Quién es esta heroína indiscutible a quien la Historia aún no ha hecho justicia?
Recordemos algunos datos. Pasionaria formó parte del Comité Central del Partido Comunista de España durante la Guerra Civil. Los historiadores le asignan el segundo lugar en el partido en aquellos años. Como mandamás, contempló la proliferación de checas de su partido en las principales ciudades republicanas, calló ante los incendios de iglesias, se plegó a los mandatos soviéticos de Stalin, aceptó comisarios políticos rusos que sembraron el terror entre los disidentes, dijo amén a la terrible purga del POUM (tortura y asesinato de Andreu Nin incluido) que supuso la desaparición de ese partido no estalinista, presionó contra el anarquismo, manejó gobiernos títere, apostó por la sovietización de la herida República. Al terminar la guerra, no dudó en refugiarse en el paraíso estalinista, donde siguió ocupando cargos de responsabilidad, para volver tras la dictadura en olor de multitudes, como adalid de la libertad, la democracia y los derechos humanos.
Una libertad, una democracia y unos derechos humanos entendidos al modo soviético (vuélvanse los conceptos del revés). A un personaje así dedicamos nuestras vías públicas
Publicado el martes, 1 de agosto de 2006, a las 9 horas y 07 minutos
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