VUELVE EL PADRINO. Entre las actividades culturales más en boga están las de tipo lúdico-chusco. La última de estas
bobadas consiste en apadrinar palabras en desuso o en vías de extinción, para evitar que la malévola RAE las suprima en próximas ediciones de su diccionario. La iniciativa parte de la Escuela de Escritores y de la Escola d'Escriptura del Ateneo de Barcelona y cuenta ya con Padrinos de Honor de la talla de Juan Marsé, Álvaro Pombo y Eloy Tizón, y de algún que otro advenedizo como la titular del Ministerio contra la Cultura, Carmen Calvo, que apadrina con fervor la palabra
pundonor (rima interna). Cualquier internauta puede apadrinar, así que se trata de una decisión cultural estrictamente democrática.
Veamos. Después de tomar una cápsula de Ironizol, me atrevo a observar lo siguiente:
(1) La iniciativa incumple flagrantemente la Ley de la Igualdad. ¿Por qué
apadrinar y no también
amadrinar?. Carmen Calvo supongo que más bien
amadrina. Hay que estar vigilante ante estos residuos sólidos del machismo léxico, que se cuelan hasta en los progres de bien.
(2) Entre las palabras ya apadrinadas figuran "albur", "ambigú", "cáspita", "economato", "fetén", "hogaño", "fililí", "melifluo", "ósculo", "recórcholis", "secreter", "culicagao" y "talante". Palabras todas ellas horribles, que dan ganas de asesinarlas ya. ¿Por qué apadrinarlas? Arcano misterio.
(3) También figuran entre las apadrinadas palabras en absoluto e insoportable uso, que gozan de una salud que ya quisiera yo: "adolecer", "alfaguara" (ya tiene polanco que la defienda), "palangana", "sublime", "mamarracho". Y, ya el colmo, alguien se atreve a apadrinar "palíndromo", la palabra más utilizada en las últimas semanas en la Red.
(y 4) ¿Qué harán los padrinos con las palabras apadrinadas? ¿Se dan cuenta de la responsabilidad que adquieren al albergar bajo su techo términos como "morrongo", "tiquismiquis", "soplamocos" o "zopenco"?
Yo, por si acaso, amadrino la palabra apadrinar, por si le dan la patada tras tamaña iniciativa.