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ATAR A LA RATA. Recibo en Correos un paquete de libros totalmente cubierto de cinta adhesiva marrón, esa que se pone a granel porque el rollo invita a lucirse. La tarea será ardua. Me consuelan estas palabras de Flannery O'Connor escritas en 1961 a una amiga:
Sólo tengo una queja contra ti, sólo veo una mancha en tu carácter. Es el modo en que envuelves los paquetes. Cuando quise llegar a los libros, mis dedos estaban sangrando y mi temperamento estropeado para todo el día. Me gustaría que toda tu cinta adhesiva se fuera al infierno. Por favor, consíguete un ovillo de cuerda, un simple ovillo de cuerda, y la próxima vez que vayas a enviarme un libro, átalo, simplemente átalo.
La cuerda desaparece. Abandona su función de sellar el chorizo, de dirigir al burro. La play asesina a la comba. Permanece en los complicados sistemas de cortinas y persianas (días contados) y en las divertidas expediciones de parvulitos por las calles de la ciudad, atados para que no se pierdan.
Así llevo yo a Puppy por las calles inmensas de Bilbao.
Publicado el martes, 10 de abril de 2007, a las 9 horas y 10 minutos
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