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ÁNIMOTERAPIA. No estás del todo bien: debilidad, cansancio. Estás, vaya, hecho unos zorros. Entonces llega el optimista:
-Te veo bien.
Estás a punto de decirle que se limpie las gafas, que vaya al oculista, que tenga más pesquis, pero optas por poner tu peor cara, para infundir compasión.
-En serio, te veo mucho mejor que la semana pasada.
La semana pasada zampabas alubias, ibas al monte, leías incluso a Philip K. Dick.
-Además, hay que tirar para alante. Luchar.
No sé a qué se refiere el sano con lo de "luchar". Se imagina que la enfermedad es como un combate de boxeo: te dan pero contestas, te tumban pero al caer le pones la zancadilla al rival. A un pastillazo respondes con un palíndromo.
-Pues mira -le dices al optimista-, estoy bastante jodido, lo que pasa es que me ves con buenos (y miopes) ojos.
Y entonces viene lo que más temes: la palmada en la espalda, el codazo cómplice en los riñones, el puñetazo cariñoso en el hombro:
-Venga, chaval.
La enfermedad es una lucha contra los sanos.
Publicado el martes, 17 de abril de 2007, a las 8 horas y 56 minutos
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