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LA PIEDRA DE TOQUE. Me acuerdo cuando iba de casa al colegio (media hora andando) golpeando una piedra. El reto estaba en llevarla hasta el final, sin que se perdiera por los vericuetos del trayecto (alcantarillas, espinillas de viandantes y otros obstáculos). Tenía su emoción. La infancia es competitiva.
Hace un momento, de vuelta a casa, me he topado con una piedra como las de entonces. En Bilbao, con media ciudad levantada por las obras, no es extraño toparse con piedrecitas, clavos y grumos de asfalto. Entonces, la tentación. ¿Me llevo la piedra a casa? "Soy mayor", he pensado, "soy mayor para estas cosas". De pronto, he visto claro que en esa decisión de empezar a darle patadas a la piedra o no me estaba jugando el futuro.
La historia acaba bien. Me he decidido por la patada, Me faltaba práctica, y he tenido que hacer equilibrios, sortear a señoras extrañadas y luchar con semáforos a punto de ponerse en rojo cuando la piedra ya había cruzado. Aquí estoy con la piedra. No sé si llevármela mañana al colegio.
Publicado el viernes, 24 de marzo de 2006, a las 11 horas y 01 minutos
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