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HOY ES LUNES. Lo sé porque las bestias escriben.

Escribimos.

Publicado el lunes, 24 de abril de 2006, a las 12 horas y 36 minutos

"HE DESCUBIERTO UNA COSA INCREÍBLE" Cuando la conversación a tres que manteníamos mi señora, mi programador favorito y yo parecía que estaba a punto de morir, el messenger vomitó esa frase. Si un informático escribe eso, nunca sabes lo que vendrá después.

- Los botones de las camisas de las mujeres se abotonan al revés que las de los hombres.

Primero silencio. Segundo, ganas de reírme. Tercero, ¿será verdad? ¿Me estará tomando el pelo y estoy picando, como cuando me convencieron de que los calcetines tenían pie izquierdo y pie derecho?

Tras confirmar la información vía el gran Demiurgo de nuestros días (www.google.com), que no a través de una experimentación real, las dudas:

¿Cómo logró un informático darse cuenta de semejante característica de las camisas femeninas? ¿Tendrá aficiones ocultas? ¿Habrá vida real más allá de la vida virtual?

¿Será esto de los botones una cuestión de desvarío machista trasnochado, como cuando aquel habitante del pasado me dijo que ponerse el reloj en la izquierda era de hombres, y en la derecha de mujeres y maricones? ¿O será más bien producto de un diseñador anónimo y muy listo, que sabía que para desabrochar camisas ajenas es mejor que los botones estén a la inversa de los propios?

Sin responder a ninguna de mis dudas, mi vida continúa, todavía conmocionada por el reciente descubrimiento.

Publicado el lunes, 24 de abril de 2006, a las 10 horas y 27 minutos

QUIM MONZÓ Parece que se ponga deberes, y se obligue a cumplirlos. A veces falla, y entonces se pierde por los cerros de Úbeda. Leer lo que escribe en situaciones así, llega casi a agobiar, pero siempre con la sensación de que a la vuelta de la esquina habrá algo que merezca la pena.

Otras veces acierta. Muchas veces. Cuando es así, el relato huele desde el principio. Precisión, humor, sorpresa, se combinan poco a poco, van haciendo que los ojos se abran y la sonrisa se ilumine, y nos llevan de la mano a través de las páginas, unas veces muchas, otras veces (las que más, y las mejores a mi modo de ver) pocas.

A veces sus historias parecen esos ejercicios que el maestro proponía y que a nadie nos apetecía hacer, juegos donde las reglas a casi todos nos ahogan, pero que a él le sirven como estímulo para crear algo diferente y original. Empieza muchas de sus historias donde otros las acabarían.

Se pregunta qué ocurre después de que baje el telón, después del The end, después de los felices y las perdices. Por eso me acordé de él cuando escuché la conversación entre Brad y Angelina, y por eso os recomiendo a todos que lo leáis. Y a tí, Quim, si es que algún día lees esto, te recomiendo que veas la película, aunque sólo sea por esa escena.

Publicado el martes, 18 de abril de 2006, a las 0 horas y 52 minutos

QUIÉN ME IBA A DECIR A MÍ... .

Brad: ¿Crees que esta historia tendrá un final feliz?
Angelina: Los finales felices son historias sin acabar.

...que me iba a encontrar una frase tan estupenda en una película de la calaña de Sr. y Sra. Smith?

Personalmente, estoy totalmente de acuerdo con Brad y Angelina, y después de leer bastante a Quim Monzó, sé que él también lo estaría.

Y si no está de acuerdo con esta afirmación, que se manifieste, que en estas fechas del año tan místicas y con tanto devoto suelto por las calles, las manifestaciones divinas (acabo de elevar a Quim a la categoría de Dios, sin apenas despeinarme) quedan muy bien.



[P.D: La película, infumable; Brad y Angelina, macizos como ellos solos (me quedo con Angelina); y el que no haya leido algo de Quim Monzó, que primero se flagele (también apropiado para las fechas), y luego corra a comprarse La magnitud de la tragedia u Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury, por decir alguno...]

Publicado el sábado, 15 de abril de 2006, a las 0 horas y 02 minutos

ESQUIZOFRENIA. Imaginemos un panorama político polarizado, con dos partidos mayoritarios, y algunos complementos menores orbitando alrededor.

Los dos partidos políticos querrán atraer clientela, así que las reglas del juego incluirán dos pautas fundamentales: llevar la contra y nunca reconocer los méritos del rival. El progreso será difícil, porque la equilibrada balanza propia de la polarización hará que los partidos se alternen aproximadamente cada ocho años, y las reglas fundamentales harán que un partido al llegar al poder destruya lo positivo que haya hecho el otro (generalmente poco, porque llevar la contra y no reconocer los méritos del rival, consumen demasiada energía y dejan poco margen de maniobra).

Firmeza, homogeneidad, espíritu de equipo, jerarquía, serán características deseables para el partido. Si también son deseables un comportamiento democrático y una sana discrepancia interna, empieza la esquizofrenia. Mientras esas cosas no se salgan de madre, todo rá bien

Si por alguna casualidad resulta que el partido en el gobierno aprueba una ley, por ejemplo, que regula el matrimonio homosexual, de acuerdo a las reglas básicas el otro partido deberá oponerse. Pero claro, puede que dentro de su seno haya personas que gocen de la misma sana esquizofrenia que impregna todo el sistema, y que sean homosexuales, y además ejerzan su recién adquirido derecho a casarse. El brote esquizofrénico empieza a ser serio. Y empiezan los malabarismos.

Porque aunque parezca mentira, hay personas capaces de aguantar varias mentiras a la vez, mezcladas con medias verdades a veces, sin que se les note en absoluto. Si eres medianamente bueno en esto, te haces jugador de póker. Si eres realmente bueno, te haces político, que se gana más dinero.

Yo hace tiempo que quiero huir lejos de las mentiras polarizantes, pero tengo miedo de caer en las brasas...

Publicado el miércoles, 12 de abril de 2006, a las 0 horas y 06 minutos

OÍR Y ESCUCHAR. oír.
(Del lat. audīre).
1. tr. Percibir con el oído los sonidos.

escuchar.
(Del lat. vulg. ascultāre, lat. auscultāre).
1. tr. Prestar atención a lo que se oye.

Publicado el domingo, 9 de abril de 2006, a las 18 horas y 34 minutos

ENCUENTRO FUGAZ. Tenía que comprar para comer, así que fui al super. Para llegar he de cruzar la avenida Maisonnave. Es lo que en los telediarios cuando tienen que nombrar algo similar en alguna ciudad, lo llaman arteria comercial de la ciudad.

Esquivando a la numerosa multitud, llegué hasta el semáforo, y entre las dos opciones que tenía, la de esperar o la de ser atropellado, elegí la primera.

Sorprendido, veo cómo un señor, que me resultaba conocido, aprieta a correr en dirección a mí, pero desde la otra acera. Cuando ya estaba a punto de advertirle del peligro que corría, el semáforo se puso verde peatón, y el señor al verlo, paró en seco.

Mientras cruzaba, extrañado por el comportamiento del hombre, ya mayor, con rostro avejentado por el sufrimiento y las decepciones, tirando a redondo, de poblada barba bulbosa, logré recordar de qué lo conocía. Era Marx, Karl Marx.

Nervioso, mitad por encontrarme ante un personaje vital en la historia de la humanidad, mitad por el hecho de estar viendo a un fantasma, mitad curioso por su proceder frente al semáforo, me decidí a abordarle:

- Señor Marx, ¿porqué no cruza?

Marx me miró con ojos tristes, y me respondió lo obvio:

- Yo es que prefiero esperar a que el hombre se vuelva rojo.

Sin saber qué responder, continué mi camino hacia el súper.

Publicado el martes, 4 de abril de 2006, a las 0 horas y 34 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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