YA NO VIVO CON CINCO CHINOS.... La cosa,
al principio, tenía buena pinta, pero
Chinalady, mi casera pekinesa, cada día fruncía más el ceño, encrespaba su voz y recurría hasta a la violencia ruidista para imponer su recto mandato. La cosa era ya insoportable, pero jamás imaginé que sucedería esto.
Me explico: ahora vivo con seis chinos. La relación entre
La china saltarina (la persona no gallega –o sea, el resto menos yo– más abierta y locamente cabal de Chinaflat) y The Taiwan Lover tenía, al principio, buena pinta, pero a Chinalady le mosqueaba demasiado que
un joven ajeno a la obra ya no sólo se pasease por aquí sino que además retozase con una de sus subarrendadas. En fin, que la cosa era inaguantable para La china saltarina, que me llegó a comentar no hace mucho que dejaba el piso.
Y no, la cosa no terminó así. Si el amante taiwanés puede venir a Chinaflat pero no quedarse más allá de las once de la noche, Chinaflat vendrá a él, se convertirá en su casa, le cederá una habitación para el fornicio (ya legalizado, previo pago de su porción de alquiler, por Chinalady & Chinalord: llámales tontos...) y paseará su rasgado palmito por estos sesenta (aunque paseables, unos veinte) metros cuadrados.
Visto lo observado, La china saltarina se ha revelado práctica y amante del vicio, gracias a Mao, porque me temo que el resto (incluido, sí, servidor, que atraviesa una fase posanal pero sexualmente apática) no ha salido muy deportista. Ruidos, aquí, los procedentes del toilet, ese miniuvecé trujillista donde
La Canija y El Largo dilatan su existencia.
Mañana más.