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SIN PERDÓN. El chulesco comportamiento de los acusados en el juicio por el asesinato de Miguel Ángel Blanco ha vuelto a poner sobre el tapete una vieja cuestión: la del perdón. Insisten varios columnistas, haciéndose quizá eco de un pensamiento muy extendido (y no sólo entre las víctimas del terrorismo), en que para que haya perdón debe haber arrepentimiento. Según este punto de vista, no debería haber diálogo con quien no se muestra dispuesto a reconocer sus crímenes.
El planteamiento es erróneo. A mi juicio, es similar al "perdono, pero no olvido". Es cierto que el arrepentimiento es importante, pero es importante para el criminal, no para la víctima. Y el perdón corresponde no al criminal, sino a la víctima. De modo que puede haber perdón sin arrepentimiento, de la misma manera que puede haber arrepentimiento sin perdón.
Quiero decir que el verdadero perdón es independiente del arrepentimiento. Es un movimiento del corazón, heroico si se quiere, pero necesario. Sólo el perdón así practicado libera y hace la sociedad paradójicamente más justa.
Es aquello de la cruz: perdónales porque no saben lo que hacen. Y lo estaban matando.
Publicado el jueves, 22 de junio de 2006, a las 8 horas y 56 minutos
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