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SIGUE LA MASACRE. Ayer, de camino a Pamplona, aproveché para arrojar al Zadorra (con perdón, ese es el gran río de Vitoria) la magna obra histórico-revisionista El pedestal de las estatuas de Antonio Gala. Con el pedestal también se hudieron las estatuas (una pena).
Luego le tocó al Arga. Allí quedó Viajes por el Scriptorium de Paul Auster. Lo siento por los múltiples admiradores de este escritor al que tengo una ojeriza inexplicable.
El Sadar, por fin. El Sadar es pequeño, y tiene una universidad al lado. Me temía que estuviera lleno de apuntes, tesis, papeletas con sentencias de suspenso. Nada de eso. El Sadar fluía tranquilo y tranquilo lo dejé. No ahogué nada. Fue como una catarsis. A partir de ahora llevaré los libros sobrantes a bibliotecas públicas, a libreros de viejo que te los compran por medio euro.
Pamplona, la Atenas del Norte.
Publicado el miércoles, 14 de marzo de 2007, a las 8 horas y 32 minutos
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