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HABÍA PERRETXIKOS. Hubo una salida a la caza del antiguo Tricholoma georgii (hoy Clitocybe gambosa). Del perretxiko, vaya. La zona era algún lugar del Pirineo navarro. En la cordada, un donostiarra, un tudelano, uno de Neguri y yo. Había mucha cuesta y yo siempre llegaba tarde a los setales. Oía los gritos (nunca se debe gritar), los silbidos (menos aún se debe silbar). Me dejaban uno sin cortar para que lo viera. Jadeante (no sé si he dicho que había mucha cuesta) olía el perretixko, ese objeto sublimado por los vascos depredadores, y pensaba que la felicidad estaba ahí. Estaba ahí y también en la sartenada posterior, ya sin jadeos, en los huevos fritos, en la compañía.

Camino por Bilbao y todavía atisbo en los jardines en busca de un botón blanco que asome entre la hierba. Pero no asoma. La ciudad no es para ellos.

(No hay foto para no dar pistas)

Publicado el martes, 16 de mayo de 2006, a las 8 horas y 42 minutos

Ilustración de Toño Benavides
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