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TURBULENTO Y DINÁMICO. Leemos a Borges, a Delibes o a Valle-Inclán pendientes de los adjetivos. En el resto de las lecturas a menudo pasan desapercibidos. Por ejemplo, cuando echamos un ojo en la portada de un periódico internetero. Leemos titulares, en bloque, vemos fotos, últimamente contemplamos vídeos. Hoy, en cambio, en el pie de una de las fotos de la portada de elmundo.es un par de adjetivos reclaman la atención del lector: «El sol es turbulento y dinámico». Ahí es nada. Turbulento: «confuso, alborotado y desordenado». Dinámico: «relativo a la fuerza cuando produce movimiento». Se me quedan cortas estas acepciones y el resto de las que figuran en el útil diccionario del diario (el buscón de la Rae ahora mismo no tira). Turbulento y dinámico. Ya no quiero ser feo, católico y sentimental.

Publicado el jueves, 22 de marzo de 2007, a las 11 horas y 01 minutos

CIELOS RAUDOS. Cibercurrando en casa, suele ocurrir que descansas, o intentas descansar, delante del ordenador. En vez de cerrar los ojos un rato, o bajar a tomar un café con los aborígenes que trabajan en la calle, continúas navegando (o nawebando). Así, te pones a buscar islas, oasis, lugares como los cielos raudos de Marta Pereyra.

Publicado el martes, 20 de marzo de 2007, a las 12 horas y 02 minutos

DE NADA. El autobús se estropea a treinta o cuarenta kilómetros de Bilbao, por fortuna en una estación. Falla alguna conexión eléctrica, porque el chófer no usa la megafonía para avisar a los viajeros de atrás, se limita a hablar con los de delante y a bajar. Como no puede abrir los maleteros mecánicamente, después de varias llamadas se entera de que la solución se encuentra en el llavero colgado junto al volante. Sigo la jugada, aunque sólo llevo un libro (Stalingrado, de Anthony Beevor). Después de varios intentos fallidos, sólo consigue abrir un pequeño maletero. Suficiente: como están todos conectados, basta con colarse dentro para ir sacando los equipajes. Al chófer no se le ocurre introducirse, quizá no lo pagan para eso, y se marcha a buscar otro autobús. Un joven pide una linterna mientras su amigo, precisamente el que más se queja, le ordena que no se meta. No le hace caso. Primero saca la bolsa que está a la vista y luego desaparece. Durante cinco minutos van saliendo bártulos. Por fin sale. Se sacude el polvo, se cuelga la mochila, grita: «¡de nada!», y se larga de ahí. Nadie dice nada. Su amigo le espera cerca del otro autobús.

Publicado el lunes, 19 de marzo de 2007, a las 12 horas y 11 minutos

TRUMAN CAPOTE. En Retratos: «Para ser realistas —y hay que serlo, aunque sólo sea para hacer justicia a sus primos de plumaje menos delicado—, los auténticos cisnes no son casi nunca mujeres a las que la naturaleza y el mundo han sometido a privaciones. Dios les concedió un buen físico; y algún personaje menor, un padre o un marido, las bendijo con el mejor de los tratamientos de belleza: una bien provista cuenta corriente».

Publicado el jueves, 15 de marzo de 2007, a las 9 horas y 46 minutos

VICENTE VERDÚ En su blog: «Un estado demasiado actual y común de lo social es el cansancio. Prácticamente todo el mundo se encuentra cansado o se declara exhausto. Sin importar la edad e incluso la clase social los trabajos distintos y las obligaciones incomparables, el cansancio impregna a la masa social como un pesado carácter del tiempo y sin que, además, la causa pueda atribuirse a una faena desaforada o a un exceso de autoauscultación. Bajo una u otra explicación, la fatiga se alza como la estampa general y como la forma universal de la queja».

Publicado el martes, 13 de marzo de 2007, a las 19 horas y 20 minutos

RICHARD FORD. En El periodista deportivo: «Si hay otra cosa que se pueda aprender del periodismo deportivo es que en la vida no hay nada trascendental. Las cosas siempre vienen y se van, y eso es la vida. Todo lo demás es una mentira de la literatura y por eso fracasé como profesor y por eso metí mi novela en el cajón y no volví a sacarla de allí».

Publicado el lunes, 12 de marzo de 2007, a las 15 horas y 51 minutos

2-1. Dos cañas, una por tiempo, más comedido imposible, y sin embargo amaneces con resaca: te acuerdas de la expresión aturdida de Emerson al ser sustituido, de la mirada perdida de Calderón, de las locuras de Capello y la cordura de Vicente del Bosque, del balón que Raúl casi cuela en la escuadra (con diez raúles y un casillas nadie perdería un partido), de los cabezazos de Lucio y Van Nistelrooy (cara y cruz), del arreón de Cassano, del fuera de juego a Torres, de la tocha sangrante de Sergio Ramos, y de su mano, sobre todo de su mano: el rugido del bar frente a la pantalla gigante cantando el gol, y los lamentos posteriores.

No recuerdas el primer gol del Bayern, el gol de los diez segundos, fulminante (los goles tempraneros no llegan tan pronto) y ajedrecístico (como a Alfredo Relaño, también me vino a la memoria el mate del pastor). Ese gol de Makaay no lo recuerdas, o no quieres recordarlo, ahora prefieres elucubrar sobre lo que pudo pasar y no pasó, y sobre lo que ojalá pase: un buen repaso al Barça. El que resiste, gana... manque pierda.

Publicado el jueves, 8 de marzo de 2007, a las 11 horas y 51 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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