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PUM, PUM. ¿QUIÉN ES? La Gran Muralla China, ¿primera maravilla del mundo? Con permiso de Lin, mi ecobarbie favorita, podría alzarse con el segundo puesto, pero todo dependerá de los expertos y electores que depositen su voto electrónico en la urna de New seven wonders.

Rizando el rizo o, achinando un poco los términos, laciando el lacio, el Wall Mart rasgado competirá a codazos con los baqueteados tibetanos, que intentarán desbancar, con su Palacio de Potala, a Uncle Mao.

Entre los 150 candidatos a las New Seven Wonders of the World, la catedral de Santiago de Compóntelascomopuedas: Rouco, daddy, sin que sirva de precedente, mi voto es tuyo.

Publicado el lunes, 3 de enero de 2005, a las 16 horas y 25 minutos

MI VIDA COMO UN CHINO. Ha llegado la hora de hacer cuentas con el pasado más cercano: mi vida en un piso habitado por cinco chinos de Pekín que se pasan todo el día hablando mandarín. Rima, ¿verdad? En chino, no tanto.

Antes de nada, los chinos son maravillosos. Me explico: la pareja que maneja el cotarro (a quién yo le pago el alquiler, vamos) es encantadora (ya me explicaré, porque traerá cola); con la segunda pareja, unos jovencitos que estudian en la London School of Economics, no tendré compasión (ya lo decía el título de una de Jean Claude Van Damme, “Retroceder nunca, rendirse jamás”).

Un breve paréntesis (he de reconocer que, antes de pasarme al arte y ensayo, frecuentaba videoclubs infestados de huesos rotos por Steven Seagal –cómo crujían, los estoy oyendo ahora– y otras hierbas. Recuerdo cuando alquilé, el mismo día, “Big Foot” y “Pies Grandes”. La primera, de un bicho entrañable adoptado por una familia ¿después de atropellarlo? La segunda, una de Bud Spencer. Creo que la primera película que alquile en mi vida –hay cosas que marcan; por ejemplo, mi primer vinilo: “Más”, de Alejandro Sanz, que se lo regalé a mi hermana por Reyes; lo dicho: hay cosas que marcan–, la primera película que alquilé en mi vida, decía, fue “Target. Agente doble en Berlín”. Nunca me olvidaré).

Al grano (algo que por esta casa abunda): falta una chinita (no de chocolate, que también) con novio domiciliado en Pekín (vamos a decir Beijing, que es como lo llaman ellos, y así también parece que está más lejos: el novio, no Pekín), que responde –ella– al nombre de Yuan. Está un poco p’allá (en el caso de que algún día hubiese estado un poco p’acá) pero, por lo que respecta a la cuota ibérica, tampoco hay queja. Un tet a tet, que se dice (creo): que salgan los afrancesados de debajo de las piedras y corrijan (porque a lo mejor yo acabo de escribir un teta a teta y no un tetè a tetè: Voltaire me pille confesado –y Robespierre, pensaba ahora, afeitado–).

El tema de la china (en el zapato o en el costo, digo en el bolso) creo que ya está más que explotad@ (de la misma manera que es la primera vez que escribo una arroba sin ser en una dirección electrónica y espero que la última).

El caso es que durante mi primera noche aquí (hace más de dos semanas), comencé un cuestionario titulado “SI TÚ FUESES ÉL”, en el que ponía la capacidad de adaptación del destinatario en el hipotético caso de que atravesase por las situaciones citadas (las mías).

Era irónico, jocoso, agudo, ácido e incisivo, pero sin ánimo de ofender. A la cuarta pregunta (cuatro opciones de respuesta posibles), me acosté y dejé la tarea para el día siguiente, sintiéndome un milímetro, pero sólo uno, más cercano a Pilar del Castillo. Es lo que tiene la sociología (así le va a Amando de Miguel).

Después vino la fuerza del cariño. Los chinos me adoptaron y, a golpe de programa (aunque lo siguiente sea un poco bíblico, Mao pasaba de Dios, por lo que debieron de tirar de otro manual), dieron de comer al hambriento, de beber al sediento, de dormir al somnoliento y de vestir al harapiento.

Así, cualquiera, y los chinos terminaron ganándome por los fogones. Sobra decir que no tuve vergüenza, valor ni ánimo para seguir con la encuesta (nadie juega con la mano que te da de comer). Y decidí no establecer ningún otro tipo de comunicación con el extranjero (el extranjero somos todos) hasta que:

a) Los ojos se me terminasen rasgando, lo cual me empezaría a preocupar un poco (como mínimo: petición de cita en el ambulatorio de mi pueblo).

b) Los chinos no son tan buenos, algo querrán: mi conversión al comunismo, que les vaya de cacería en busca de perros (ni uno, por cierto, en la zona), que les pague la pensión completa y luego me revienten a base de arroz (blanco), tráfico de órganos (al principio, nadie tenía mi dirección: la primera noche fue la gran prueba de fuego; me dije: si salgo de ésta, mañana aseguro riñones e hígado; dicho y hecho: una pasta si un día me levanto sin uno o simplemente aparece jodido, siempre, claro está, que no haya mediado Johnny Walker o la familia Bacardí: porque, si no, no te asegura ni Mao), emigrar ilegalmente a Japón y ofrecerme como voluntario para participar en “Humor Amarillo” (remembering Takeshi Kitano, qué tío), boicotear o Berro Seco y dinamitar la romería de los Milagros de Caión, etcétera.

c) Son espías y, aprovechando la coyuntura, me están espiando (Yuan acaba de eructar: yo creo que esto solo lo hacen las espías para disimular e ir de duras, porque si no… Vamos, que a mí no me da por impartir un curso acelerado de fisiología escribiendo un correo a mis amiguetes en la mesa de la cocina). Téngase en cuenta esta opción como la más verosímil (después entraré en detalles).

d) Algo me habrán echado en la sopa que ya no coordino.

Mejor me despido a tiempo. Después de 16 meses sin fumar tabaco, sólo se me ocurre a mí volver al pitillo (durante apenas un mes) en la ciudad donde el tabaco es forastero (a talego doscientas, no veas). Pero ya he cumplido unas 48 horas sin fumar, por lo que ya me considero curado (hasta la próxima).

Además, después de diez días acostándome a las siete de la mañana y levantándome a las cuatro de la tarde (un día me levanté a las ocho de la mañana, pero la fiesta duró solo hasta la tarde siguiente, cuando me levanté a la hora habitual).

La terapia de choque la padezco en estos instantes: ayer no he dormido (porque si me acostaba de madrugada, hoy amanecería de noche) y, acumulando 34 horas sin dormir, dentro de un rato me lo montaré con Casimiro.

A ver si funciona y mañana me levanto temprano y me acerco a Brick Lane.


MB for President



Pinche en el fulano




Publicado el sábado, 1 de enero de 2005, a las 18 horas y 03 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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