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SILENCIO. Lin es monosílaba.

Publicado el sábado, 22 de enero de 2005, a las 20 horas y 47 minutos

DESDE OAK VILLAGE... Mañana cumplo treinta y cinco años: la mitad de lo que espero me dure la vida. No pido más; menos, me parecería una putada siniestra. Si he de ser sincero, hasta el día de hoy no he hecho una sola cosa de la que deba sentirme orgulloso (quizá aquel partido de futbito, a mis diez años, contra el Santa María del Mar; quizá alguna muestra de afecto o amor absolutamente desinteresados), pero sí he cometido un par de canalladas de las que nunca acabaré de arrepentirme (y aunque podría justificarlas, lo cierto es que causaron mucho daño a personas que quise de veras). Estos mis siete lustros de absoluta vacuidad sobre la tierra se prodrían resumir en una brevísima noticia: Xurxo Chapela. Nació, creció (poco), no se reprodució (la Naturaleza es sabia) y es muy probable, a juzgar por la vida que (lo) lleva, que muera antes de 2075.

Espero nacer mañana otra vez. A ver si vengo con un pan debajo del brazo.

Xurxo Chapela. Segundo nacimiento.

Publicado el viernes, 21 de enero de 2005, a las 18 horas y 16 minutos

CHINAFLAT EXTRAMUROS. O sea, más allá de la gran muralla.

Todo comenzó con la señora Chong. Bueno, todo comenzó hace diez años, cuando una novieta alcalina me salvó de la inanición, día tras día, hasta sumar meses, transportándome hasta un chino cercano a Reina Victoria, en Madrid. Recuerdo que tenía un improvisado escalón de madera a su entrada, un ambiente penumbroso, una leyenda negra acerca de una cucaracha que se habían encontrado unos estudiantes a quienes conocía, lo cual aportaba realismo a la historia, y varios chinos con sonrisa de cadena cien.

No, no hablaban español.

Dejé de entrar en un restaurante de ese tipo (pues sí que fui a chinos con enjundia a flirtear con alguna pata laqueada) hace años, hasta que llegué a Londres y, altibajos económicos, me vi obligado a dejarme caer por los Stables, en Camden Town, donde la oferta gastronómica es inversamente proporcional a su calidad.

Como tenía una amiga japonesa con cara anchísima, planísima y empanada que trabajaba en el puesto de la señora Chong (y gracias a ella nos sacábamos la bandejita de arroz y pollo por dos libras, casi la mitad del precio habitual), terminé aficionándome al chino de marras, guardándole una fidelidad que ya quisiera Espartaco Santoni. Ni muerto.

Entonces, con la intención de narrarles la evolución de mi dieta thamesera, me acerqué al Cyberchino. (un restaurantenete donde me hice fuerte en aquellas iniciáticas jornadas) para enviarles un correo electrónico a mis amigos del continente.

Decía tal que así...

Publicado el viernes, 21 de enero de 2005, a las 16 horas y 32 minutos

CARTA PRIMERA Y RESACOSA. Autumn, IV Months B.C.

Hoy me desperté a las dos de la tarde, me tome dos alka-seltzer y me volví a meter en la cama. Dos horas después, consideré que mi estado era suficientemente cristiano como para poder soportar la cruz de mi resaca.

Pienso, como siempre, en Chape y en su poder antigrasa (con tu inteligencia y mis resacas podríamos llegar muy lejos).

No me arrepiento de no haber ido a clase (de inglés, tres horas todas las mañanas, ni rastro de progresión). Salgo a la calle sin meterle nada al cuerpo.

La resaca de hoy se debe a la cantidad de copas de vino que engullí ayer después de una conferencia de Manuel Rivas (...). No me emborraché, pero debí ingerir una cantidad nada despreciable de tinto (...).

Me fui a uno de mis refugios favoritos, The Lock Tavern, a tomarme un capuccino (sic), a leer The Guardian y a tomar el sol.

La tarde era plomiza, los rayos brillaban por sus ausencias, hoy no habían comprado los periódicos y mi estomago me sugirió una cola, que no tenía gas y sabía poco a coca.

Nunca entenderé porque la cocacola es “buena” para el estomago y para quitar el óxido. Si me como una cuchara oxidada y bebo cocacola, ¿puedo restaurar la cuchara sin joder mi estomago? Increíble (sea cual sea la respuesta).

Nada, que para hacer tiempo (...), me pase por el mercado de Camden y me dejé caer por el puesto de comida china que me hace un precio: dos libras por la experiencia.

"Esta vez, la señora Chong se me acerco al oído, al tiempo que me servía un cerdo mas agrio que dulce, y me dijo, susurrando:

- Ya no nos quedan abuelos.
- Entonces, ¿qué pasara manaña? –le respondí yo, preocupado.
- Empezalemos pol los tíos políticos, que son mas dulos de loel.
- Me lo imagino –asentí–. Con lo tiernos que estaban los abueletes.
- Ya, pelo no nos queda ni un viejo en toda la paloquia.

A todo esto, son animistas.

Encima del arroz depositó los restos del viejo Sr. Chong, que se iba definitivamente, al tiempo que me confeso:

- Algo tendlemos que hacel, polque si no en Hong Kong nos coltan los cojone.

Recordé en ese momento que, con las perras que les había dado en un mes y medio de activa gerontofagia, los Chong se habían comprado un dúplex sobre plano en el Lejano Oriente. Y, viva Dios, pensaban pagarlo letla a letla, aunque la familia se le fuese en ello.

Al primer mordisco, me acorde de Won, carne de relato.

Antes de terminar, me llamó mi madre. Hablamos fluidamente y, cuando se cortó, decidí tirar los restos del Sr. Chong a la papelera.

Entonces me acordé de los chilenos y uruguayos cuyo avión se estrelló en los Andes en el 72, y pensé:

- La gente comiéndose entle ella y yo despleciando al tielno Senhol Chong"
.


Matías Bruñulf desde el Cyberchino, Camden Town. Resaca de letras y blogxploitation.

* Advertencia (por si esto lo leyese algún crío): El texto entrecomillado es ficticio.

Publicado el viernes, 21 de enero de 2005, a las 16 horas y 23 minutos

FROM SANTIAGO DE COMPOSTELA, GALIZA, SPAIN, EUROPE.. Pienso morirme sin ponerme un condón.

Manuel Fraga Iribarne. El Pais.

Publicado el jueves, 20 de enero de 2005, a las 14 horas y 03 minutos

QUIÉN ES QUIÉN, DE MB JUEGOS. La vida en Chinaflat es cordial, pero bajo una aparente educación hay algo que se esconde: la alfombra y el polvo. Aquí, todos somos (pero unos, más chinos que otros). A saber:


Chinalord & Chinalady

O sea, mis caseros. Podrían pasar por doctorandos, aunque en realidad son más talluditos de lo que parecen. Bien es cierto que todos tenemos un primo que roza los cincuenta y al que le falta entregar la tesis. Claro.

Pekineses, él ya va por su segundo máster y ella trabaja como una china en un negocio de sándwiches veloces. Chinalord lleva, como cualquier japonés (o baturro) de picnic en la Fontana di Trevi, gorra de béisbol con logo yanqui. Chinalady, los pantalones.

Te puede decir las cosas muuuuy educadamente a la vez que te congela el bazo con la mirada. Son buena gente pero, como diría Neoman, buena gente es quien no pega a un padre.

Cocinan... de puta madre.


La Canija y El Largo

Son lo peor. Estudiantes de un master de empaque en la London School of Economics, se supone que, para ser admitidos allí, sus conocimientos de inglés deberían ser sobresalientes, pero es algo que no consta en acta.

La Canija (muy canija) y El Largo (muy largo o, como dirían en la Tacita, mu canijo: una pajilla, vamos), además de ser lo peor, no hablan. Cuando lo hacen, sujetan una mandarina en una mano y un cuchillo en la otra. Son jóvenes pero infantiles. Caprichosos y consentidos. Chinalady sabe por qué...

La chunga pareja se pasea a todas horas por los pasillitos de Chinaflat en pijama, pasito a pasito, sobre todo ella, que camina, siempre siempre, detrás de él. No importa el momento, si es día o noche, verano o invierno: La Canija y El Largo van al servicio juntos.

Tampoco pasa nada, ¿no?

¡Los cojones! El servicio no es el cuarto de baño. En éste se sitúa la bañera, el lavabo y un toallero donde reposan trapos y toallitas humedecidas. ¿Con qué? Mejor no darle vueltas: un asquete. El servicio, en cambio, mide poco más de un metro y medio cuadrado. ¿Imposible? Pregúntenselo a La Canija y El Largo, que van juntos. Y eso que él supera los dos metros de altura, y no es coña.

Allez la China, patria de contorsionistas.

Y ésta, queridos, se ha convertido, desde que pisé Chinaflat, en Mi investigación más preciada.


La china saltarina

También conocida, en petit comité, como The Jumping Chinese, es el bípedo más interesante de este apartamento achinado. Es simpática, culta y tiene un conocimiento de Occidente que me deja con los ojos rasgados. Porque aquí, en Chinaflat, ni Mao sabe quién es Elvis, Dylan y, si me descuido, Jesucristo. Ella, en cambio, nació en una cuna de artistas y se crió entre bambalinas. Su padre, más cerca de los sesenta que de los cincuenta, todavía sigue bailando. Y no, precisamente, sevillanas.

La china saltarina se ha dejado ver en los últimos días con un mozuelo asiático, intuyo que de su país, porque cuando hablan a mí todo me suena a chino.

Es, a juzgar por nuestras conversaciones nocturnas, soltera. No es fea, más bien lo contrario, aunque los cánones de belleza orientales son inescrutables. Pero claro, a mí no sé que me da cuando, a medio metro de distancia, sentados en la mesa de la cocina, se arranca por soleares.

O sea, articula eructos sin ningún tipo de pudor y hasta con arte. Socialistas sí, pero eructos al cabo.

Y tanta confianza, a mí...

Publicado el jueves, 20 de enero de 2005, a las 10 horas y 57 minutos

DESDE OAK VILLAGE.. Nada bueno tenía que hacer con el fouciño. A esa hora del día y por allí no era normal que lo llevase.

Una parroquiana, minutos antes de que el bruto la emprendiese con su mujer. La Voz de Galicia.


* Fouciño: diminutivo de fouce, hoz.

Publicado el miércoles, 19 de enero de 2005, a las 14 horas y 01 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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