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SATURACIÓN (I) La ambulancia irrumpe en la calle escoltada por dos coches de la policía y hace una dramática parada ante la puerta de urgencias del hospital. De los vehículos brotan varios agentes y los médicos se reúnen en torno a la puerta trasera pero no parecen tener prisa. La gente que pasa cerca para en seco al ver todo el despliegue esperando ver algo pero los médicos no se deciden a desembarcar al paciente. Aunque no hay nada que ver, todos permanecen de pie observando la escena y aún llegan otros a ocupar segundas filas al reclamo de tanta expectación.

Dentro de la ambulancia se oyen algunos golpes. Yo no quiero imaginar que puede estar pasando, porque he dormido poco y no me fío de lo que me pasa por la cabeza.
Procuro no mirar a nadie para evitar entrar en conversación. Los que están a mi alrededor lanzan preguntas al aire, aventuran hipótesis y tuercen la mirada en forma de anzuelo, igual que yo, sólo que yo no hago preguntas.

Desde dentro se abren las puertas. Baja un negro excesivamente bien alimentado exhibiendo un gesto de perpetuo enfado tallado en madera. Mira resoplando hacia el interior del vehículo mientras se limpia las manos con una toalla. Bajo la bata blanca una camiseta azul y el metal dorado ciñendo el cuello, las muñecas y los dedos, dejan claro que no se trata de un médico. Desde fuera otros dos enfermeros le ayudan a descender la camilla. Una sábana cubre el cuerpo por completo. Creo que está muerto por qué es lo que suele hacerse, cubrir la cara de los muertos para evitar que los miren desde el más allá, supongo.

La masa de gente tiembla hacia delante, como la carne de una morsa, intentando ver algo más. Los pocos agentes intentan contener aquélla onda expansiva levantando los brazos mientras gritan:

-¡Atrás, atrás! Aquí no hay nada que ver circulen por favor, circulen.

A mí me parece una grabación y seguramente lo es. Una grabación que salta automáticamente desde algún rincón del cerebro mientras el hombre piensa en sus cosas. Un mecanismo que le permite refugiarse en la memoria de su casa y seguir con su vida a la vez que desempeña su trabajo con total profesionalidad.

La gente obedece mansamente. Reacciona coordinada como un único animal guiado por el instinto de supervivencia y se contiene ante el olor corporal de los policías como si el territorio hubiera sido marcado por un animal mayor y más feroz. Me arrastran hacia atrás pero yo quiero ver más.
Caen las patas de la camilla con ese chasquido metálico propio de las armas de asalto y algo se balancea bajo la sábana.

Por un lateral de la camilla se descuelga un brazo totalmente ennegrecido que los camilleros se apresuran a ocultar.
Una nube de suspiros se eleva de la multitud y se oyen algunos comentarios.

-¡Dicen que ha sido otra papelera!
-¿Todavía no le han cogido?
-Parece que no.

Publicado el miércoles, 15 de noviembre de 2006, a las 15 horas y 46 minutos

DENUNCIA. Siento traer a esta bitácora, después de tanto tiempo, un tema que no tiene nada que ver con los contenidos que he ido vertiendo hasta ahora en ella, pero es que me ha ocurrido algo que me tiene más cabreado que una mona con purgaciónes.
Esta tarde venía fumando un cigarro por la calle, que es uno de los pocos sitios donde se puede fumar sin tener la sensación de que se está molestando a alguien, y se me ocurrió tirarlo en una papelera de esas que tienen un rascador, como hago siempre. Parece que no quedó bien apagado por que apenas había dado un paso se produjo un fogonazo que me dio un susto de muerte a mi y una señora que afortunadamente estaba algo más lejos y que casi le da un infarto. Me llegó un repentino golpe de calor y me pitaban los oídos. Al principio no sabía lo que había pasado pero luego me di cuenta de que alguien debía haber echado algún líquido inflamable, gasolina o alcohol probablemente.
Me es imposible saber qué tipo de tarado se dedica a semejante labor y es mejor que no me lo haya encontrado hasta ahora pero desde aquí deseo cagarme en su puta madre, hasta el momento en que nos conozcamos personalmente, que se lo diré con otras palabras.
Os pido disculpas por este arranque un tanto histérico pero es que tengo tan mal cuerpo que necesitaba desfogar.
Si podeis aportar alguna información sobre el tema y contribuir a localizar al individuo en cuestión por favor poneos en contacto a traves de este blog.

Publicado el martes, 14 de noviembre de 2006, a las 22 horas y 00 minutos

LA TIERRA MÁS ALLÁ DEL BOSQUE (4) Esta es la zona muerta. La tierra de nadie cuarteada de solares. Crecen amontonadas junto a las tapias maquinas desahuciadas y juguetes antiguos de la época en que el plástico era una novedad.

-¿A que huele ese juguete hijo?
-Huele a nuevo.

En algunos lugares la maraña de chatarra crece como la hiedra asomándose a las esquinas, escalando enfermos ladrillos ennegrecidos, copando tejados y chimeneas, asaltando los cielos, estrangulando ángeles, arrastrando sus alas blancas sobre la cama de barro de las calles.

En este lugar el viento asalta cornisas. Se adueña en remolinos de los patios poblados de objetos huérfanos, desfigurados por el paso del tiempo y la cabalgada enloquecida de la lluvia. El cielo clava antenas puntiagudas en el pecho de los indecisos. Si puede te corta el cuello con la chapa arrancada del tejado del viejo almacén y le da igual que tu casa sea tu casa si está en su camino. Las ambulancias gritan creyendo encontrar heridos cuando solo hay muertos. Esta es la república de la vida al margen. Una forma de existencia que aún no conocemos del todo. Un latido inquietante de bacteria que subsiste a despecho del frío espacio interestelar ,a salvo de la cola de los cometas, lejos de la mirada de los caracoles unifamiliares que solo sacan los cuernos al sol.

Al abrigo de los vientos aún podemos fumar. Escondidos entre las ruinas veremos pasar muertos que piden tabaco. A cambio ofrecen su alma encerrada en una botella. Conseguiremos una por un par de cigarros. El alma no es la pluma perdida que cayó del ala de un ángel. Dentro de la botella se retuerce como un animal marino acostumbrado a camuflarse bajo la arena. No presenta una forma que podamos asociar a nada conocido. Brilla, eso si, como un trozo de intestino, y expulsa por un extremo-quizá debido al miedo-algún líquido que no acaba de disolverse bien en el agua en la que flota. Cuando hayamos satisfecho nuestro morbo de compradores de “pet-shop”, romperemos la botella sobre una piedra y apagaremos los cigarrillos en la piel húmeda del bicho. Para eso son las almas embotelladas. Pájaros de Bangkok que no vuelven a la jaula.

Por el este (todo viene de oriente), el cielo se derrumba en burbujas negras, hinchadas con el agua de todos los ríos muertos. El agua de los manantiales arrastraba el carbón y las tripas de algún animal temerario. El cadáver descansa en el fondo seco con las patas acusadoras apuntando al río que ahora viaja a mil metros de altura. Dispuesto a caer sobre la zona muerta. Listo para fraguar espejos de plomo donde se miran las farolas y se multiplican los raíles del tren hasta encontrarse en su infinito trazado.

Caminamos un poco más. Descalzos sobre los charcos. Respirando bocanadas de aire fresco. Esperando la última descarga de lluvia, hasta la salida del sol.

Publicado el miércoles, 16 de agosto de 2006, a las 15 horas y 03 minutos

LA TIERRA MÁS ALLÁ DEL BOSQUE (3) Comedores de bombillas de aspecto saludable. Tribus que viven en las profundidades de los aparcamientos subterráneos y que sobreviven robándole el bocadillo de jamón a los vigilantes y hasta la pistola, sí fuera de chocolate.

El chupacabras se fue a México porque aquí no tenía nada que hacer. Aquí era el tonto del pueblo. Un pobre muerto de hambre que no entendía nada. Como si hubiera algo que entender.

En el mercado nocturno un hombre grasiento se rasca la camiseta de tirantes. Tiene tanta mierda que se le ha quedado pegada al cuerpo y aunque hay que hacer un portentoso ejercicio de imaginación, se puede aventurar que una vez fue blanca. Vende cerebros que parecen coles y están acompañados de otras verduras que efectivamente lo son.

-¿Para comer?-le preguntamos.
-Yo se los vendo. Ustedes hacen con ellos lo que les plazca.
-Por piezas y medias piezas. Las mitades funcionan peor pero aún pueden servir. Y si no funcionan siempre pueden prepararlas a la plancha. Con un chorrito de aceite y una pizca de sal, mejor que el marisco

Aquí alimentan los camiones con aguardiente para poder beberse la gasolina. Y no me extraña porque no hay nada tan antiguo que huela mejor. Deberían ponerle etiqueta como al vino.

Una enorme y angulosa mujer permanece erguida e inmóvil como la dama de Elche detrás de su puesto de hortalizas donde abundan las zanahorias. Una agresiva y venérea Marlene Dietricht de arrabal que se acomoda las tetas ostensiblemente cada vez que tiene ocasión; como si fueran algo con lo que tropieza frecuentemente, una prenda que no tiene costumbre de llevar puesta. Miramos el género simulando interés. Hay zanahorias de todas las formas y tamaños. Desde las zanahorias trepamos hasta su mirada verde-grisácea, pasando por un ceñido vestido oscuro salpicado de pequeños lunares blancos. Sus labios se despegan sonriendo peligrosamente bajo una gruesa capa de carmín, y nos dice señalando la mercancía:

-Todas sirven para lo mismo pero sólo yo la sirvo calentita.

Y el aire se estremece con el eco de su voz ronca de vieja actriz fumadora.

Publicado el martes, 15 de agosto de 2006, a las 15 horas y 13 minutos

LA TIERRA MÁS ALLÁ DEL BOSQUE (2) Ayer pudo ser un día más, pero hoy inventamos un somnoliento humo gris en las chimeneas, denso, narcótico, elevándose lentamente en la atmósfera húmeda y abollada como la chapa de los coches del desguace.

Nuestros ojos se arrastran por interminables paredes de ladrillo del color de la sangre seca. Inventamos infinitas tonalidades de azul púrpura para explicar a los más audaces, cual es el nombre que le damos a la tarde. Descubrimos extrañas criaturas reproduciéndose por mitosis agazapados entre las ruinas. Borrachos haciendo bailar a su sombra con una feliz botella.

Espiamos ventanas amarillas donde ocurren cosas inexplicables. Ventanas que enmarcan un teatro estático y múltiple donde solo falta un jefe de pista haciendo desfilar, látigo en mano, a los siete enanitos extraterrestres. Del salón a la cocina, de la cocina al dormitorio, del dormitorio otra vez al salón pasando por el cuarto de baño en donde tienen lugar ceremonias no menos esotéricas. ¡Un! ¡dos! ¡un! ¡dos!, Toda la noche arriba y abajo marchando con entusiasmo, vestidos con uniformes de vivos colores y exhibiendo una forzada sonrisa. Llega un momento que no se sabe si desfilan o bailan la conga. Como si eso importara algo.

Insólitos rituales, misteriosas bodas químicas de seres sin catalogar. Contrabandistas entre mundos que se desconocen a la vuelta de la esquina. Gente que nos traduce el ruido de los motores. Ciegos que hablan con indeterminadas entidades pobladoras de los cables eléctricos. Músicos que viven en simbiosis con rarísimos instrumentos de cuerda que surgen de la espalda y dan la vuelta sobre su cabeza como un caprichoso arpa de cuerdas-venas, por donde corre la sangre a oxigenarse aprovechando la vibración. El toque maestro y frenético del músico virtuoso de la salud. Quien mueve las cuerdas mueve el corazón, según dicen. Más les vale porque, como todo el mundo sabe, los músicos solo comen cada tres días.

Publicado el miércoles, 9 de agosto de 2006, a las 22 horas y 53 minutos

LA TIERRA MÁS ALLÁ DEL BOSQUE (1) Llegas en el mejor momento. No podríamos pedir una noche más propicia. Siempre apareces a esa hora en que el cielo toma el color de los cristales sucios de las viejas fábricas. Sígueme y camina despacio detrás de tu sombra. Hoy entraremos donde los coches van despacio, donde sus faros miran de reojo, donde el reflejo del parabrisas mide como un relámpago la longitud de las piernas de las putas. Nos moveremos furtivamente en la frontera de los ojos del perro guardián, como sombras inofensivas que observan en silencio un ritual secreto y peligroso.

Pesadas rocas de agua vienen dando tumbos sobre los tejados. Empujadas por el ímpetu del calendario, cabalgan ciegas sin saber a donde. Esta noche manda el viento y no tiene la menor intención de hacer concesiones.

Una bandada enorme de libros vacíos vuela escapando hacia la tierra más allá del bosque. Aprovecha los golpes de viento para no naufragar en el océano espeso de las ondas de radio.

Los nómadas conocen esta huida. Se emboscan protegidos por una ceguera crepuscular de tonos púrpura. Disparan sobre todo lo que se mueve desde las ruinas abandonadas de las afueras. En este atardecer el horizonte solar aún es visible para los libros, que baten hojas envueltos en un generoso baño de luz amarilla. El sol les hace destacar peligrosamente y vuelan lentos con su tierno vientre de celulosa vuelto hacia la tierra. Abajo los nómadas agitan hogueras preparando el festín.

El día lluvioso e inestable sorprende hojas de papel estranguladas por los cables de la luz, arrastradas por el agua sucia, ahogadas en las alcantarillas. Desde el cálido interior doméstico de las viviendas unifamiliares, seres blandos de color rosa observan desdeñosamente como tirita el papel de los libros muertos.

Publicado el martes, 8 de agosto de 2006, a las 0 horas y 33 minutos

LIBERTAD DE SABER. Amigo Leandro:
Doy por sentado que actúas con la mejor intención al buscar soluciones pero frente a la libertad de censurar está la libertad de saber. Ambas son incompatibles y está claro que prefiero la segunda a la primera .Aprecio en lo que vale tu propuesta de algo ” para que cada vez que alguien borre un comentario lo sepamos todos”, pero intentas una solución a medio camino y no haces otra cosa que revelar, una vez más, esa enorme contradicción.

¿Por qué tanta complicación informática para gestionar un sencillo problema de libertad de expresión?

Hablas del derecho a borrar comentarios como expresión de la libertad de obrar pero esa es la misma libertad de que goza el asesino para ventilar el problema cuando deja de interesarle el diálogo.

Cuando digo: «es su bitácora, que haga con ella lo que le quiera»
no justifico a Pedro en absoluto, estoy expresando impotencia ante el triste hecho de que la blogosfera en particular e Internet en general (que son casi por definición el territorio de la libertad) acaben siendo ,como tantos otros medios de comunicación, el jardín de los apocados, los melindrosos y los pusilánimes. Me niego a que el miedo a decir una palabra más alta que otra acabe guiando sus actos y los nuestros.

Ya ves, amigo Leandro, lo lejos que está mi preocupación de la mecánica interna de la máquina –Bestiario, de si falta un latigillo aquí o una roscachapa allá. Los tigres podéis estar tranquilos. Habéis hecho un magnífico trabajo y el monstruo funciona tan bien que todo se acaba sabiendo. Nuestra pequeña polémica está llevando a las tablas un problema mucho más amplio y no me importa tanto la circunstancia personal de los actores como el drama que representan.

Ya que no hay criterios objetivos para decidir qué es ofensivo o delictivo no tiene sentido esgrimir las tijeras del censor o la maza del juez.
¿Por qué supones que siempre tiene que haber alguien que pueda desempeñar esa función? Los criterios subjetivos están para que cada uno diga lo que quiera, no para evitar que lo digan otros cuando te llevan la contraria.

¿Merece ser expulsado Pedro por lo que ha hecho?

No estoy de acuerdo con algunas de sus opiniones ni con esa pequeña tendencia a usar la podadora, pero no puedo creer que me hagas a mí esa pregunta, que estaría dispuesto a admitir al diablo escribiendo con el rabo. No digamos a Pedro que escribe como Dios.

No te creo capaz de cometer tantos errores como yo e intento aprender de ellos antes de que se me olviden. Por otra parte nunca he discutido menos y dialogado más y así pretendo seguir hasta que el cuerpo aguante.

Publicado el jueves, 3 de agosto de 2006, a las 1 horas y 49 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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