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EL ECLIPSE. Llevaban tanto tiempo encerrados en casa que habían agotado los temas de conversación. Ninguno de los dos encontraba estímulo en dirigirse al otro y se escondían largas horas en sus cuartos diferentes para evitar la angustia del silencio en compañía. En las comidas, el ruido de platos y cubiertos amplificaba esa atmósfera tensa que vivían resignados, y no tardaron, incluso, evitar su propia imagen reflejada en los espejos.
Acabaron pareciéndose tanto el uno al otro como las mascotas a sus dueños y no tenían conciencia del paso del tiempo porque sus días, saturados con el mismo vacío, eran iguales en todo el año.
Salvo el día del eclipse. Ese cambio brusco e involuntario en la rutina rescató sus conciencias del pozo de indiferencia y monotonía en que se habían dejado caer. Para entonces ya vivían confinados en los puntos más alejados de la casa, recordando al otro desde la mayor distancia posible, aunque dentro de la misma prisión.
Con el eclipse llegó la idea de escapar, y se buscaron para despedirse. Al cabo de tanto tiempo, no se pudieron encontrar, porque habitaban cárceles diferentes.
Murieron solos, viejos y cansados, envueltos en harapos de melancolía que arrastraban penosamente por el suelo de sus alcobas desordenadas.
Bajo la misma lápida, les enterraron juntos.

Publicado el viernes, 13 de mayo de 2005, a las 13 horas y 36 minutos

BLOQUEO. En un cruce de carreteras cuarteadas por la desidia y la falta de recursos, encontré algunos cuadros de Kandinsky. Eran originales no reproducciones y estaban semienterrados en el barro junto con un buen número de dibujos, apuntes y cuadernos a lo largo de ocho o diez metros de cuneta.
Cuando el viejo y frío autobús me había dejado en aquella parada aún recordaba el nombre del lugar y la razón por la que estaba allí, pero al reparar en los cuadros lo olvidé por completo. Creo que era algún lugar de Rusia, no estoy seguro.
El paisaje, húmedo y silencioso, amenazaba lluvia constantemente y de las pocas y desnudas ramas de los árboles goteaban restos del último aguacero. Salvo el humo lejano de alguna granja aislada no se veía un solo signo de vida.
Los dibujos no podían salvarse los óleos quizá, con un poco de esfuerzo, aunque por el estado en que se encontraban pensé que lo mejor sería acabar el “trabajo” y destruirlos por completo.
Apilé todo el material junto con la poca leña seca que pude encontrar y le prendí fuego. Ardió mal, desprendiendo mucho humo. Era un fuego que luchaba por apagarse y las llamas se quejaban como fantasmas que se resisten a morir del todo.
Durante ese tiempo permanecí inmóvil, sentado al lado de la hoguera, vigilando el progreso del fuego por la superficie de los lienzos, fascinado por los cambios de tonalidad cuando se tragaba los diferentes colores. Todo ello acompañado por una sorda y dulce nana de alientos y crepitaciones de madera mojada.
Finalmente quedó un montón de cenizas que en algunos lugares aún conservaban la forma del extremo de un cuaderno o una rígida plancha de cartón, pero sólo eran ilusiones que cedieron al primer golpe de viento.
Llegó el autobús. Venía de vuelta unas dos horas más tarde. Curiosamente traía la misma gente a bordo y yo me senté en el mismo lugar en el que venía anteriormente. Nadie me pidió el billete.
El viejo cacharro se alejó renqueante por una carretera mal parcheada, avanzando con esfuerzo entre baches y grietas hasta que se perdió de vista.
A esa misma hora, en el otro lado del mundo, el ordenador de un descuidado internauta reiniciaba para evitar un inoportuno bloqueo, causado por la actividad de diversos tipos de virus informáticos en su sistema.
Como consecuencia de este último suceso entre sus archivos apareció uno nuevo: BURNING_ART.EXE

Publicado el miércoles, 11 de mayo de 2005, a las 10 horas y 58 minutos

LIFTING MENTAL. El Dr. Martin Polte y su afamado equipo psiquiátrico berlinés han dado a conocer a la prensa el pasado viernes 29 su nueva y revolucionaria técnica de trasplante mental.
Por el momento no es posible una “migración” total de una mente a otra pero si un trasplante parcial de ideas, creencias, miedos, atavismos, odios y supersticiones de todo tipo. Resulta más fácil trasplantar emociones “destructivas” como el odio o el pánico por que están mejor definidas en el cerebro y son fácilmente detectables. Según el Dr. Polte otras emociones como el amor, la amistad, la solidaridad, el talante pacifista, están muy poco definidas en la mente y a veces no lo están en absoluto.
-La gente utiliza continuamente conceptos perfectamente volátiles y cifra sus vidas en ellos como si fueran algo que tiene un valor concreto y un significado en el que todo el mundo está de acuerdo. Hablan del amor como si fuera un número en una fórmula y no una experiencia subjetiva cuyo valor cambia tanto de una persona a otra que apenas es posible una definición - ha declarado el Dr.
Teniendo en cuenta el éxito en el campo de las emociones “destructivas”, varios ejércitos del mundo se han interesado en esta nueva técnica para “mentalizar” a sus soldados. Actualmente producir un psicópata en los cuarteles exige una inversión de tiempo y dinero que no siempre compensa al estado.

Publicado el domingo, 1 de mayo de 2005, a las 21 horas y 23 minutos

DESAPARECIDO. Un día se levantó de la cama con veinte años y se acostó por la noche con cincuenta, después de mantener con su mujer una agria discusión sobre la necesidad del reparto de las tareas domésticas. Durmió vestido en el sofá, hundido entre incómodos cojines, arropado por el sonido hipnótico de los programas de madrugada en la televisión.
La luz diurna que filtraba una persiana mal encajada le despertó antes de tiempo. Dormido aún deambuló vacilante por una casa que le pareció extraña. Una mujer joven, tan extraña como la casa, apareció en el umbral de la puerta de la cocina, donde él buscaba algo para desayunar. Ella asustada le increpó:
-¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? ¡Váyase o llamo a la policía!
Él sólo supo balbucear confuso:
-Está bien. No se preocupe... Ya me voy.
Y con el estómago inquieto por el hambre abrió la puerta y se marchó. A sus espaldas oyó varios apresurados cerrojos y el camino de vuelta quedó sellado.
La mujer tuvo que esperar un tiempo que le pareció eterno hasta que la desaparición de su marido fuera oficial y pudiera ponerse en marcha el mecanismo de búsqueda. Ella había llamado insistentemente a la policía a las pocas horas, cuando él tardaba en presentarse al almuerzo.
Un agente le encontró en un polígono industrial de las afueras. Caminaba sin prisas por la acera despoblada, a lo largo de una interminable valla metálica.
Le pidió la documentación. Le observó durante largos minutos, con esa mirada que tienen los policías que nos convierte a todos en sospechosos, pero no fue identificado por que él era ya otra persona.
El agente le devolvió sus papeles y se fue por donde había venido.
Respiró tranquilo y siguió caminando.
El tiempo amenazaba lluvia.

Publicado el miércoles, 27 de abril de 2005, a las 11 horas y 44 minutos

LA PRADERA Y EL TIEMPO. Miré hacia fuera, a través de los ojos del caballo, y sentí un escalofrío cuando el viento movió las crines.
Con los pulmones llenos de aire quise beber leguas de hierba fresca a gran velocidad. Seguí ese impulso y tras una breve carrera para desfogar, me dediqué a observar-como siempre solía hacer-desde lo más grande a lo más pequeño.
El jadeo de la galopada cesaba dejando atrás una sensación dulce y narcótica. Así pude fijar mi atención en lo que estaba ocurriendo.
A la izquierda, cinco árboles solitarios desfilaban mitigando el vértigo de aquel plano infinito alfombrado de tonos azules. Los átomos del tiempo volaban por el aire todos en la misma dirección, con prisa, pero dejándose ver; como una inmensa trama de pájaros negros y ordenados.
Sentí un cosquilleo y dejé caer la vista sobre las patas del caballo donde algunos filamentos de hierba comenzaban a rodear peligrosamente las pezuñas. El tiempo pasaba, y no me quedó más remedio que olvidar el paisaje y volver a galopar.

Publicado el domingo, 24 de abril de 2005, a las 5 horas y 08 minutos

ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA. Crees estar durmiendo, acostado sobre tu lado izquierdo, en el campo (algún lugar indeterminado entre tu casa y el borde de la tierra), pero tu cuerpo no mantiene contacto con el suelo. Duermes encogido en el banco de un parque sitiado por carreteras de innumerables carriles que vomitan una continua catarata de coches somnolientos hacia el centro de la ciudad.

En este lugar no hay nada limpio. El campo no es enteramente campo. Está sembrado de pequeñas construcciones repartidas anárquicamente a lo largo de kilómetros y kilómetros de ciega desolación. Se extiende como una maldición alternando casas, almacenes, chabolas y recintos donde la hierba comparte el abandono con deshechos industriales de toda procedencia.

La sombra de un avión se duele sobre el terreno erizado de carteles publicitarios que ofrecen un decorado alternativo demasiado generoso. Las perspectivas del paisaje se curvan caprichosamente, atrapando en volutas la parte baja del cielo de modo que no hay una frontera definida entre uno y otro. Solo ese accidente, ese mordisco con el que se mutilan diariamente a la altura del horizonte.

Protegido por el banco y la sombra del avión. Guardando celosamente el último residuo de calor agazapado en el estómago, se puede dormir entre el cielo y la tierra.

Publicado el martes, 19 de abril de 2005, a las 13 horas y 29 minutos

NUESTRA EMPRESA, NO ES DE ESTE MUNDO. La guardia suiza del Vaticano es bien conocida en todo el mundo por el aspecto carnavalesco de su vestimenta. Junto a la faldita de los guardias griegos y el gorro peludo de los soldados estatuarios del palacio de Buckinham, es una de las imágenes más agradecidas para la cámara del turista. Lo que no sabe la gente es que este pintoresco cuerpo militar es uno de los mejores servicios secretos del mundo.
En el oscuro sótano de la fe católica, estos agentes, armados con todo un arsenal de contraespionaje electrónico, velan por la integridad de la Iglesia y llegan donde no llega el Papa.
Que la iglesia haya de tener un “poder terrenal” es un problema que sigue debatiéndose en su seno - y fuera de el - hoy en día. Sin ir más lejos la trama de “El nombre de la rosa”, uno de los “best-sellers” de intriga histórica más celebrados de los últimos años, gira en torno a esta cuestión. En el debate al que ha sido convocado Guillermo de Baskerville, los monjes, clérigos y enviados del Papa han de aclarar si a la luz de las sagradas escrituras, Jesucristo poseyó una “bolsa”, es decir, si alguna vez utilizó el poder material del dinero-o cualquier otro que se nos ocurra-para apuntalar la fe de los suyos, o si por el contrario, sus aspiraciones se centraban exclusivamente en el mundo intangible del espíritu. Las diferentes herejías que les habían arrastrado a tal debate, generaron otros tantos traumas cismáticos y hoy por hoy la cuestión sigue sin resolverse. Mientras tanto, la curia vaticana mantiene un banco, juega en bolsa y financia su expansión como cualquier otra empresa.
Ahora falta el presidente del consejo de administración y hay que elegir otro. La guardia suiza, tratará de evitar que las deliberaciones salgan a la luz antes de tiempo ayudándose de los más sofisticados medios técnicos.
¿Impedirán los inhibidores de frecuencias la presencia del Espíritu Santo?

Publicado el viernes, 15 de abril de 2005, a las 1 horas y 34 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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