www.bestiario.com/sonoros

«THE LIFE PURSUIT». BELLE & SEBASTIAN
Para mí ha sido un feliz reencuentro. A Belle & Sebastian les perdí la pista tras «The Boy With The Arab Strap». El fogonazo de genio que me deslumbró en «If You’re Feeling Sinister» se fue apagando a partir de su siguiente disco, y pese a que cada nuevo trabajo me tiraba de la manga para que le hiciera caso, lo único que hice fue darles una patada para que me dejaran en paz.
Y hoy soy yo el que ha vuelto cabizbajo, esperando una carantoña, una caricia, un abrazo. Esperando que me dejen volver a quererles. Ahora ya no es lo mismo, hemos crecido, ellos y yo. Y lo nuestro no es un rollo tan tierno y melancólico. Es otra cosa. Y ya no espero de ellos lo mismo de hace diez años. Y ellos no sabrían dármelo. Si acaso sabrían darme lo de hace 40 o 50 años atrás. Bajo una influencia sixties más que evidente, los Belle han insuflado optimismo a un pop que aún así tira de espaldas de puro elegante. Fuera violines y más teclados. Menos lamentos y más risas. Adiós caricias y bienvenido el roce.


belleandsebastian.com/

Publicado el martes, 21 de marzo de 2006, a las 18 horas y 39 minutos

SEQUENTIALEE». TARIK Y LA FÁBRICA DE COLORES.
El disco ya tiene unos meses, pero lo he descubierto ahora. Yo recordaba a Tarik con perilla de perillán y melena locomía (¿alguien se acuerda de Locomía?), y sin haber escuchado jamás una nota suya me imaginaba un rollo insano más propio del Bunbury que de otra cosa. Y me topo ahora con un tipo pulcramente afeitado, corte de pelo a navaja y traje estilo Paul Weller, que no sé por qué, pero ya me dice otra cosa. Y cojo el disco, y lo pincho y el pie tonto que se pone a dar golpecitos. Y resulta que está muy bien.

Rápidamente pienso en una definición, y compongo un frankenstein en el que coso miembros y vísceras de Los Planetas, Carlos Berlanga y... pongamos que los Kinks. Ya ven, a mí estas cosas me salen sin querer; me pongo un disco y me da por profanar el cementerio de la música pop, buscando en nichos y panteones. Y me queda el monstruo tan apañadito como el «Sequentialee» éste. ¡Vaya!, que el que se corta el pelo es el Tarik y a quien le despejan el flequillo es a mí.

Y luego están esas letras. Que yo no se por qué pero cuando me cantan en castellano me pongo rojo como un tomate y con éste pues como que no. Que en la lengua de Cervantes se puede cantar pop, vocalizar, que se te entienda y quedar como un señor.

Y ya no sé qué más decir. Que lo escuchen y que a ver qué les parece. Y que sigan mi ejemplo y le envíen una carta a Tarik para que se cambie el nombre artístico, porque ¡vaya!, uno tiene sus prejuicios y según qué cosas no las escucha por las pintas o por el nombre, o por la portada del disco, y luego se pierde hallazgos, y éste casi se me pasa, y si me pasa no lo cuento y, y, y, ...
Trataba de llegar apresuradamente al final para no tener que decirlo pero no puedo. La última canción («Sé que algún día») es horrible. Pero hasta el mejor escribano, oiga.

tarikylafabricadecolores.com/

Publicado el miércoles, 15 de marzo de 2006, a las 18 horas y 16 minutos

JACKSON BROWNE. TEATRO CAMPOAMOR (11 DE MARZO)
Entré en el teatro a rastras. Tiraba de mí la lacerante sensación de haber pagado 22 eurazos y de que ante semejante desembolso estaba obligado a sentarme en un butacón de teatro, aplaudir a rabiar (pasase lo que pasase en el escenario) y salir del concierto proclamando a los cuatro vientos que había sido testigo de un acontecimiento irrepetible. Acariciando la almohada que llevaba bajo el abrigo por si las moscas iba al mismo tiempo preparando un adjetivo elogioso por cada euro pagado. Tanta prevención tiene sus porqués. No soy fan de Jackson Browne, su época dorada me pilló a bordo de un taca-taca con el que corría por el pasillo de casa, y era éste un concierto en formato acústico inscrito en la gira de un disco («Solo acoustic») que asusta al más valiente.


Y ahí lo tienen. Aún hoy lunes me miro las palmas de las manos y me sonrío al comprobar las ‘rojeces’ que me dejó la batalla de aplausos contra ronquidos: ovaciones 20, bostezos 0. Conozco los originales del repertorio de Browne de lejos y recalentados en el microondas, pero reconozco que tiene piezas que no desentonaría al lado del mismísimo Dylan. Y en Oviedo, y en acústico me erizaron los pelillos del cogote.

Eran tres: el californiano, su inseparable David Lindley y el batería (el sábado sólo caja y bongos) Tino di Geraldo. Y lo más impresionante fue su capacidad para crear ambientes: electrizante, pese al formato acústico, en los pasajes más graves y de auténtica fiesta en sus incursiones más roqueras o tex-mex (el público tenía ganas de fiesta y las palmas sueltas). Me queda la sensación de haber asistido a una función de verdaderos músicos, capaces de hacer sonar bien una lata golpeando contra el suelo. Arrollador, sin ningún tipo de aspavientos. Tres colegas tocando a su bola y dejándonos pasmados. Browne con una voz en plena forma, Lindley convertido en hombre orquesta tocando cuanto instrumento se le puso por delante (guitarras varias, mandolina, laud, violín...), y un Di Geraldo quizá un tanto desdibujado, desaprovechado por el modesto arsenal del que disponía para dar rienda suelta a sus capacidades como baterista.

Cayó todo lo que cabía esperar: Running on Empty, Take It Easy, Too many Angels (demoledora), Live in The Balance... y sí, Stay en un larguísimo bis que la concurrencia agradeció.

Total, que salí del teatro a rastras. Aplaudiendo y pidiendo más. Y la almohada... ¿qué almohada?

Publicado el lunes, 13 de marzo de 2006, a las 19 horas y 55 minutos

CHUCU-CHUCU-CHUCU, PI PIII
57 vagones cargados de mineral de hierro y una locomotora. Me han pasado por encima. Mientras los CSI recogen los pedacitos leo unas líneas que dicen: «Test Icicles se han separado». Si es lo que tiene.

Publicado el miércoles, 8 de marzo de 2006, a las 17 horas y 21 minutos

«FOR SCREENING PURPOSES ONLY». TEST ICICLES
El tren es un medio de transporte lleno de ventajas. Lo malo es perderlo, o peor aún que te atropelle. Y el tren de las modas musicales va muy, pero que muy deprisa. Ahí van los frescos del barrio en el vagón de los Arctic Monkeys, saludando por la ventanilla y pensando que van en el vagón de cabeza y resulta que ya les han adelantado por la izquierda. Para estar en el rollo hay que subirse en marcha y sentarse con los Test Icicles, poner cara de malo, tapones en las orejas y disfrutar durante cinco minutos de ir a la última. No tengo claro si eso produce algún tipo de placer, pero lo cierto es que a la gente le gusta estar enterada.

Pues bien, entérense de que esto es lo más de lo más, y todavía no hemos dicho ni una palabra de la calidad musical del invento. La verdad, poco hay que decir. Mucho ruido (muchísimo), y alguna que otra nuez. Militan en la misma escudería que los Monkeys, pero no se les ha contagiado el instinto melódico. Lo suyo es armar jaleo y gritar mucho (muchísimo). Dame una P, dame una U, dame una N, dame una K. P-u-n-k. ¿Punk? A mí es a lo que me suena. Y de alto octanaje, sin florituras. Que rasca, vaya.

Pues ahí los tienen: son lo más porque son menos los que les conocen. A mí no me hacen tilín, pero ante la Reina de Inglaterra juro, si me pregunta doña Isabel, que sus directos son la bomba. Por el internet los he visto, que aquí no han tocado que yo sepa. Si ellos vienen, yo voy. A verlos. En tren.


test icicles.com/

Publicado el viernes, 3 de marzo de 2006, a las 19 horas y 08 minutos

«FLY SCHOOL REUNION». GIANT PANDA
Me he pasado años predicando en el desierto, intentando convencer a quien quisiera oírme (mi abuela y poco más), de que el hip hop y la electrónica son los únicos géneros que han generado verdaderas innovaciones en la áspera llanura de la música de consumo en los últimos lustros. Y llegan estos tres y me estampan en todos los morros un disco como éste, y me dejan tumbao. Más clásico que las Air Jordan, el Panda Gigante juega con el rap entre sus zarpas, lo maneja con destreza, le da forma, lo revisa de cabo a rabo, da palmas y se marca un break dance mientras el gitano pone a la cabra en venta y se encoge de hombros.

Estaban las reediciones y recopilatorios de los intocables del género (Public Enemy, Beastie Boys), estaba el nuevo midas del género (Kanye West), estaba la escuela bizarra del hip hop indie (cLOUDDEAD y su triple escisión), también la nueva sensación del grime británico (Kano), y empujando un poquito, metiendo un codo por aquí y una rodilla por allá, se les cuela en la foto, de rondón, este trío multirracial que tirando de manual de estilo le saca dos cabezas a cualquier caballo perseguidor.

«Fly School Reunion». Ni que decir tiene que es una old school. Busco en el armario de la ropa vieja y me calzo la visera de b-boy. Hip-hop, ¡Hurra!.


tresrecords.com/artists/giant_panda./

Publicado el martes, 14 de febrero de 2006, a las 16 horas y 45 minutos

«TRAGIC REALISM». LD & THE NEW CRITICISM
Como una fanfarria de iluminados. Así se me aparecen en un sueño delirante estos vagabundos con las suelas rotas. Y su disco, como la banda sonora de un cuento macabro en el que la muerte se planta en el quicio de la puerta y nos hace un guiño picaruelo con su sonrisa desdentada. Inocencia erizada de púas, dulces melodías con su dosis de cianuro. De nuevo hay que revisar el libro de trucos y se comprueba que no, no es nuevo. Pero el rock ya no tiene edad para estrenar trajecitos de marinero todas las temporadas.

Dices LD y al segundo alguien te menta a Stephen Merrit. Amigo, colaborador o empleado a sueldo. Qué más da. El caso es que uno le influyó al otro, supongamos que el Magnetic Fields al de las dos inciales, porque a Merrit, por trayectoria, ya se le supone genio del pop, y a LD sólo se le intuye, lo que ya es bastante. Porque no es éste un disco de los que se graban todos los días. Ni todos los meses. Supera con creces la prueba del “tarareo” y se te mete en la cabeza como si tal cosa.

Un disco para cantarle a la muerte mientras te comes una nube de algodón de azúcar. Te lo pones, te tumbas en el sofá y estés muerto. Escúchalo o muere. Escúchalo y muere. Dulcemente.

thenewcriticism.com/

Publicado el lunes, 6 de febrero de 2006, a las 18 horas y 35 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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