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PETER DRUCKER. En un artículo de Guido Stein, profesor del IESE, publicado en la revista Nuestro Tiempo: «Hay un requisito para dirigir la segunda parte de tu vida: empezar mucho antes de que llegues a ella».

Publicado el viernes, 3 de marzo de 2006, a las 13 horas y 36 minutos

SESIÓN OBLIGADA. El otro día coincidí en un autocar con una monja, vestida de hábito, que charlaba por teléfono y mandaba mensajes, como la mayor parte de los pasajeros, aunque más comedida de lo habitual, susurrando al aparato y sin atormentar al resto de los viajeros con tonos polifónicos.

Esa tarde, por cierto, cuando dejábamos atrás el atasco madrileño, el chófer nos obligó a tragarnos una versión yanqui de las comedias que protagonizaban Pajares y Esteso hace ya un cuarto de siglo. La película empezaba cuando un ejecutivo treintañero llegaba demasiado pronto a su casa y encontraba a su novia en la cama viendo una película pornográfica. Al ver que los jadeos procedían del televisor, se tranquilizaba; pero volvía a sorprenderse cuando del cuarto de baño salía una pareja, en ropa interior y con los ojos vendados, dispuesta a montar una orgía…

Íbamos en un autobús normal, algo anticuado no porque careciera de las diez pantallas de los «gran clase» (éste «sólo» llevaba un par de teles) sino porque no contaba con toma de auriculares: es decir, podíamos cerrar los ojos o pasarnos el viaje mirando hacia otra parte, pero aun así nos tocaba escuchar la película, a no ser que lleváramos un tecnocacharro con sus propios cascos.

La película era una sucesión de episodios supuestamente divertidos protagonizados por unos nostálgicos de las farras universitarias. Abundaban los tacos y los chistes malos, en un gag aparecía una muñeca hinchable, en otro usaban zanahorias para una clase práctica… ¿Qué pasaría, me dije, si alguien exigiera al conductor que interrumpiera la sesión? De repente, la chica que viajaba a mi lado se levantó. Le pidió al conductor que… subiera el volumen. La monja, mientras tanto, pasaba el rato tecleando un sms.

Publicado el lunes, 27 de febrero de 2006, a las 12 horas y 04 minutos

BRET EASTON ELLIS. En Babelia, a cuento de su nuevo libro, Lunar Park: «Es imposible escribir verazmente acerca de uno mismo. Yo lo he intentado y lo único que hacía era acumular mentiras. Mi preocupación primordial era parecer mejor de lo que soy; falseaba datos, los ocultaba, los embellecía. Los autores de diarios son todos unos farsantes, su único objetivo es dar una imagen favorable de sí mismos».

Publicado el sábado, 25 de febrero de 2006, a las 13 horas y 38 minutos

BITÁCORA CASI REAL DE UN CIBERCURRANTE. Quizá deba cambiar el subtítulo de este diario. Antañazo, cuando pasábamos en coche cerca de Villanueva de las Carretas, mi madre decía que le llamaban el pueblo de las tres mentiras porque ni es villa ni es nueva ni tiene carretas.

Publicado el miércoles, 22 de febrero de 2006, a las 18 horas y 53 minutos

BUFANDAS. Las nueve menos diez de la noche. Invierno. Decenas de bufandas abandonan el centro social de la caja de ahorros. Bufandas como mantas, que no sólo protegen la garganta, que a menudo recubren el rostro desde las orejas hasta la nariz, que hermanan a muchos de los ancianos que, después de echar la partida o pasar la tarde charlando un rato o leyendo el periódico, deben atravesar la noche burgalesa antes de refugiarse en sus hogares. Bufandas bien ceñidas. Bufandas que abrigan, que no adornan, que no son bordadas ni vaporosas. Bufandas sin chorradas: a esas bufandas nunca las llamaremos echarpes ni fulares. Esas bufandas rotundas y entrañables para nada se asemejan a las que podemos encontrar en un plató de televisión, en un anuncio navideño o sobre un esmoquin; tampoco son de colores chillones ni llevan nombres, como las bufandas futboleras.

Las bufandas de los abuelos sobre todo están emparentadas con las de los nietos. Pero los niños suelen llevarlas a regañadientes, porque no les queda más remedio, igual que el gorro, la capucha o los guantes; en cambio, para los ancianos llegan a ser una segunda piel.

A las nueve de la noche las bufandas que se alejan del centro social se funden con sus dueños. Sobre todo, con esas ancianas que para combatir el viento utilizan una mano para sujetarlas y cubrirse aún más la boca, mientras no dejan de avanzar, de continuar avanzando; ya lo han visto todo pero siguen avanzando; parecen frágiles pero son las que más resisten, con sus bufandas y sus recuerdos, con ochenta y tantos o noventa y picos inviernos cargados sobre las espaldas. Son quizá las que más las aprecian, aunque sean quienes desean más que nadie que llegue el buen tiempo para poder guardarlas de una vez. Si es posible, hasta el invierno que viene.

Publicado el lunes, 20 de febrero de 2006, a las 11 horas y 46 minutos

MATRIMONIO. Un día, mientras el amor de mi vida preparaba el bibe de la merienda, me escandalizó cómo estaba pelando una pera. «¿Por qué has quitado primero el rabito?», le dije. «¿Y por qué no?», replicó. «Pues porque así es más difícil». No me hizo ni caso, y encima luego tuve que aguantar que me tomara el pelo. El caso es que, no sé por qué, ahora yo también lo corto, y que siempre que lo hago me acuerdo de ella.

Publicado el miércoles, 15 de febrero de 2006, a las 10 horas y 29 minutos

ORO LÍQUIDO. Virgen, tiene que ser virgen. Tanto para un homenaje como para salir del paso. Siempre virgen. Eso nadie lo discute. Y no vale que sea virgen a secas, sin más: ha de ser virgen extra. Los discípulos de Adriá y los imitadores de Arguiñano que encontramos en cualquier canal de televisión cocinan con aceite de oliva virgen extra casi todos sus platos y, además, se pasan el día elogiándolo. Más pronto que tarde les viene la inspiración y sueltan: es oro líquido. Y tú les das la razón. Pero no sólo por su sabor o por sus efectos saludables sino porque acabas de llegar del supermercado.

La tarjeta de crédito aún está temblando: el virgen extra ronda los cinco euros el litro. Algunas de las marcas más famosas andan cerca de los cinco euros y medio, es decir, alrededor de las novecientas pesetas. Así como quien no quiere la cosa, en las estanterías escasean las valiosas garrafas de cinco litros y abundan las botellas de 750 mililitros, más pequeñas pero igual de caras. Además, cada vez ocupan espacios más amplios y más destacados el aceite de orujo de oliva, el aceite de oliva refinado y la mezcla de refinados con vírgenes.

Resulta que nuestro virginal aceite de oliva fue el alimento que más se encareció en 2005: un 27,5%. Resulta que, por desgracia, en enero también fue el producto envasado que más subió: un 6,11%, según reveló la semana pasada el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Resulta, en fin, que podemos echar la culpa a la sequía y a las heladas del año pasado, causantes de una cosecha escasa, insuficiente.

Prosigue la escalada de precios, mientras España continúa alardeando de ser la mayor productora mundial de aceite de oliva y mientras no dejan de proliferar los estudios que beatifican a este símbolo de la dieta mediterránea… Pero al mismo tiempo una duda nos corroe: ¿seguiremos usando virgen extra, o acabaremos cocinando con coca-cola?

Publicado el lunes, 13 de febrero de 2006, a las 10 horas y 50 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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