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MATRÍCULAS. A estas alturas, ¿qué esperamos de un político?¿Que intente no mentirnos ni engañarnos? ¿Que sea eficaz y honrado?

Podríamos remontarnos a Aristóteles para elucubrar sobre el arte de la política pero el libro que tengo a mano es «Criptonomicón», de Neal Stephenson. En el primer tomo de «la novela de culto de los hackers», según la editorial que publica la obra, me han llamado la atención estas palabras de un intrépido y arrogante experto en informática y criptografía: «En cualquier negocio hay una parte creativa que es preciso realizar, desarrollar nueva tecnología o lo que sea. Todo lo demás, el noventa y nueve por ciento, es llegar a acuerdos, recaudar capital, ir a reuniones, mercadotecnia y ventas. A esa parte la llamamos fabricar matrículas».

Si damos por buena la metáfora, podríamos asumir que todos, por no decir casi todos (Picasso y cuatro más) nos pasamos la mayor parte de nuestra vida laboral confeccionando matrículas. No queda otra. Y con el sudor de nuestra frente. Aunque uno se encuentre detrás de una ventanilla, pendiente de una cadena de montaje, enfrente de una pantalla, cavando zanjas, reparando lavadoras, despachando naranjas, firmando cheques, amasando pan, en los cielos o en los infiernos de cualquier empresa… y aunque uno sea político.

A los profesionales de la política le podríamos pedir, simplemente, que se ganen el sueldo como cualquier otro currante. Sin que les quiten el sueño los sondeos, las encuestas, los barómetros. Que no hagan matrículas defectuosas ni falsas. Que no improvisen. Que sus matrículas perduren. Y que nunca olviden que sus matrículas (leyes, decretos, ordenanzas, estatutos…) nos afectan a todos y no sólo sirven para que se mantengan en sus puestos de trabajo.

Luego pueden sonreír todo lo que quieran delante de un espejo o de una cámara.

Publicado el lunes, 16 de enero de 2006, a las 12 horas y 00 minutos

NEAL STEPHENSON. En el primer tomo de «Criptonomicón»: «Si estoy enfermo, no le pido consejo a un fontanero. Voy a un médico. De igual forma, si tengo una pregunta sobre Internet, buscaré la opinión de gente que conozca el tema».

Publicado el jueves, 12 de enero de 2006, a las 13 horas y 40 minutos

UN JUGUETE «OSTENTÓREO» No me gusta fardar. Ni a mí, ni a nadie, que todos somos muy humildes. Aquí nadie es vanidoso ni «ostentóreo» (palabro creado por el difunto Gil y Gil, que un buen día fundió ostentoso con estentóreo). Pero el otro día, tomando una copa de cava antes de la cena de Nochevieja, en mitad de un bar y rodeado de amigos, aunque no recibí ninguna llamada saqué el teléfono nuevo del bolsillo para mirar la hora y, sobre todo, para que lo miraran. Para que se dieran cuenta. Sí, como quien no quiere la cosa, y aparentando desenvoltura, lo exhibí más o menos con la misma cara de imbécil satisfecho con la que el colega que acaba de estrenar un coche te perdona la vida en el paso de cebra. Encima no me limité a mostrar mi nuevo juguete: siguiendo a pies juntillas el manual del perfecto hortera, reproduje a todo volumen una canción y si no hice una fotografía, con flashazo incluido, fue porque se me ocurrió la idea cuando ya estaban cerrando el local y llegábamos tarde a las casas de nuestras madres o suegras. Debo confesar, además, que desde que estrené al aparato no he dejado de martirizar a quienes me rodean retratándolos, grabándolos en vídeo, poniéndoles canciones, enseñándoles juegos o explicándoles cómo puedo enviar correos electrónicos.

Escribo esto y me avergüenzo, y me arrepiento, y me digo: ¿ahora qué hago?, ¿conseguiré ser menos exhibicionista, o algo más educado? Como no estoy dispuesto a cambiar de cacharro (ni loco lo sustituyo por el anterior, una decrépita antigualla que ya no vibraba y con la que no podía navegar por Internet), quizá no me quede otro recurso que regresar a los usos y costumbres del milenio pasado, cuando sólo cogíamos el teléfono en casa, o en un cabina, para hablar en privado. Sin que nadie nos molestara y sin molestar a nadie.

Publicado el lunes, 9 de enero de 2006, a las 15 horas y 48 minutos

JAVIER SAMPEDRO. Un excelente reportaje publicado en El País comienza con esta entradilla: «La 'gripe española' surgió de la nada en 1918, mató a 50 millones de personas en todo el planeta y se esfumó sin dejar rastro», y termina así: «Un virus es algo más que sus genes: tiene una cubierta que rodea los genes y se encarga de infectar las células humanas. Pero una de las funciones de los genes es precisamente fabricar esa cubierta, de modo que, teniendo la secuencia de papel, los científicos ya saben, literalmente, resucitar el virus. Y lo han hecho.

Han podido comprobar así que el virus de la gripe española se multiplica 50 veces más que la gripe común tras un día de infección, y 39.000 veces más tras cuatro días, y que mata a todos los ratones de laboratorio en menos de una semana.
»

Publicado el domingo, 8 de enero de 2006, a las 18 horas y 40 minutos

TRES DESEOS. Tener otro hijo. Escribir una novela. Que no se me muera nadie.

Publicado el viernes, 6 de enero de 2006, a las 17 horas y 56 minutos

MICHEL HOULLEBECQ. En La posibilidad de una isla. «La soledad en pareja es un infierno consentido. En la vida de la pareja suelen existir desde el principio algunos detalles, ciertas discordancias sobre las que uno decide tácitamente callerse, con la seguridad entusiasta de que el amor acabará arreglando todos los problemas. Estos problemas crecen poco a poco, en silencio, hasta que unos años después terminan por explotar y destruir cualquier posibilidad de vida en común».

Publicado el miércoles, 4 de enero de 2006, a las 0 horas y 00 minutos

RASTREOS. Dime qué buscas y ti diré quien eres, podríamos decir en estos tiempos en los que todo, o más bien casi todo, parece estar dentro de una casi infinita red de redes de ordenadores. Y, ya puestos, podríamos decir: dime qué buscamos y te diré cómo somos.

Aunque previamente podríamos preguntar si buscamos, o si sabemos buscar. Porque, a pesar de que el número de internautas supera ya los mil millones de personas, no debemos olvidar que casi todos aún somos «ciberpaletos», o «tecnorrústicos», incluso muchos de los que sacamos algunos cuartos con estas moderneces tecnológicas.

Al acabar el año, las listas de las palabras más buscadas en Internet se convierten en noticias. Y no dejan de sorprendernos. Si hace otros años las más tecleadas eran sexo y mp3, en el recién fallecido 2005 la lista de Google, el buscador más célebre y usado, puede resultar desconcertante. O incomprensible, sin más. Las diez expresiones más rastreadas han sido: Myspace, Ares, Baidu, Wikipedia, Orkut, iTunes, Sky News, World of Warcraft, Green Day y Leonardo da Vinci.

Salvo el renacentista italiano, en décimo lugar gracias a Dan Brown, y Baidu, un buscador chino, las restantes proceden de la órbita anglosajona. Pero la mayoría de los yanquis y de los ingleses, igual que gran parte de los españoles, tampoco sabe a quién te puedes encontrar en Myspace o en Orkut, ni qué puedes intercambiar en Ares, ni qué contiene la Wikipedia, ni a quién puedes escuchar en iTunes.

En cambio, la lista de lo más buscado en 2005 según Yahoo!, el buscador que compite con Google, nos sumerge de lleno en una cultura efervescente, imperante y trivial: Britney Spears, 50 Cent, Cartoon Network, Mariah Carey, Green Day, Jessica Simpson, Paris Hilton, Eminem, Ciara y Lindsay Lohan pertenecen al mundo de la televisión y el espectáculo. Un mundo que tampoco es el nuestro.

Publicado el lunes, 2 de enero de 2006, a las 12 horas y 48 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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