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SOFIA COPPOLA. En «Lost in translation»: «Todo se vuelve mucho más complicado cuando tienes hijos. El día más aterrador de la vida es el día en que nace tu primer hijo. Tu vida, la que conoces, se acaba, y nunca volverá. Pero luego aprenden a caminar y a hablar y quieres estar con ellos, y acaban convirtiéndose en las personas más deliciosas que conocerás en toda tu vida».

Publicado el viernes, 13 de mayo de 2005, a las 9 horas y 37 minutos

PICHICHI. A bote pronto, caigo en la cuenta de que he compartido vestuarios, además de con compatriotas, brasileños y argentinos, con alemanes, checos, rumanos, yugoslavos, turcos, italianos y polacos, con indios panameños, chilenos y colombianos, con negros franceses, holandeses, nigerianos y cameruneses... y con un japonés. Un pirado que no sonreía ni al golear. En las ruedas de prensa toreaba a los fotógrafos. No gesticulaba nunca y no dejaba nunca de mirar al traductor. Le importaba una mierda hasta que preguntara una periodista buenorra. A mitad de temporada, los foteros, que te masacran a flashazos en cuanto arqueas una ceja o te rascas la nariz, dejaban la sala después de la primera respuesta del maniquí parlante. En cambio, yo sí que les daba juego. Y desde el primer minuto. Que no sólo se ganan los partidos pisando hierba. Debo de haberme tragado demasiadas películas cutres, porque recuerdo la escena en cámara lenta. Me veo entrando en el salón de trofeos, enlutado por Armani y escoltado por el presidente y el entrenador. Me veo asediado por copas, cámaras y focos mientras los Sebagos se hunden en una alfombra roja. Suena el himno. Subimos al estrado y nos sentamos. El presi me sube a los altares, pero el hijoputa del míster vuelve con la memez que soltó antes del fichaje y repite que seré uno más dentro de la plantilla. Llega mi turno. Entonces desenfundo las gafas y me las calo sin un parpadeo. Uno cero...

Publicado el miércoles, 11 de mayo de 2005, a las 20 horas y 50 minutos

COMO UN CARTUJO. En este dormitorio donde escribo hay una cadena de música, una televisión y una radio despertador. A través del ordenador, además, podría escuchar discos o la radio. Pero trabajo como un cartujo, en silencio, incluso trato de teclear con suavidad: el churumbel duerme la siesta. Está detrás de mí, tumbado en nuestra cama. A veces suspira, a menudo cambia de postura… Por las tardes disfruto de una banda sonora que pronto echaré de menos.

Publicado el martes, 10 de mayo de 2005, a las 18 horas y 06 minutos

«¿UNA COLUMNILLA SEMANAL?» Vivo sin vivir en mi ciudad. No compro este diario ni ningún otro. Ni veo televisiones ni escucho radios locales. No voy al fútbol, ni siquiera sé en qué división juega nuestro equipo, si es que tenemos alguno. No pertenezco a ningún partido ni a ninguna otra asociación benéfica, o maléfica. No piso el teatro, apenas frecuento los cines y ya no sé cómo se llaman los bares donde hay que abrevar ni los garitos en los que nadie te debe encontrar.

Tal vez viva aquí como podría vivir en otra ciudad. O quizá no. No sólo vivo en esta ciudad porque haya nacido aquí, y/o porque vivan aquí unas pocas personas que no viven en otra parte.

Vivo, más que en una ciudad, sólo en tres o cuatro calles. La del portal y la pescadería. La de la cafetería donde desayunamos. La del «territorio comanche» (mi suegra y la suegra de mi mujer comparten avenida). La del súper. Y poco más. Bueno, me olvido del parque, la jungla donde el churumbel juega con otras fieras.

Vivo en esta ciudad sin trabajar aquí. Me llaman el mantenido porque parece que no trabajo, me ven en la calle detrás del triciclo o con las bolsas de la compra. Pero, aunque no fiche en ninguna empresa, teletrabajo. Soy un cibercurrante, o un cibercurrito. Además, ejerzo de amo de casa.

Hace meses le propuse a Antonio José Mencía que escribiera un diario internetero –un «blog» o bitácora– , dentro de la web donde aparece el mío. El martes pasado me confesaba que no dispone de tiempo: le acaban de nombrar director de estas páginas. Luego, como quien no quiere la cosa, me preguntaba: «Por cierto, ¿te animarías a una columnilla semanal?» Después de consultarlo con la almohada y el amor de mi vida, le dije que sí, y aquí estoy.

Me da que tendré que pasarme de vez en cuando por algún quiosco. Quizá hasta vuelva al fútbol, al teatro, a los cines y a los bares. Ahora necesito saber qué está pasando aquí. Porque algo tendré que contar, ¿no?

Publicado el lunes, 9 de mayo de 2005, a las 10 horas y 11 minutos

¿ARQUITECTO DE LA INFORMACIÓN? Era periodista. Antes. Ahora soy, entre otras cosas, fontanero. O peón. Un ñapas con teclado.

Publicado el viernes, 6 de mayo de 2005, a las 20 horas y 06 minutos

JUAN BAS. De «El Rolls Royce de los juegos de cartas», publicado en «Eñe»: «Ganar una buena mano, una suculenta y disputada mano en una partida de póquer, es una de las sensaciones más intensas, excitantes y embriagadoras que uno puede experimentar para distraerse de esta pesada broma que es la vida. (…) Una partida de póquer sin dinero es tan absurda y estéril como meter mano a alguien con guantes de boxeo de cinco onzas. El envite monetario es lo que establece todo el juego psicológico que pone en marcha los resortes de la ruindad, la avaricia, lo temerario, lo racional y lo irracional. Esa pulsión esencial que es el apego al dinero».

Publicado el jueves, 5 de mayo de 2005, a las 9 horas y 27 minutos

PUENTE DE MAYO. La primera pota regó el colchón –nuestro colchón dos por dos, para tres desde hace ya tres meses– el jueves por la noche. Mejor dicho, el viernes a las cuatro de la madrugada. El churumbel devolvió el pollo de la cena y las verduras de la comida. Como buenos profesionales, le calmamos, le pusimos un pijama limpio, cambiamos las sábanas y volvimos al sobre. Una hora más tarde lanzó otra andanada. Repetimos la operación. Media hora después, le cogimos antes de que sembrara otra vez la cama. Al rato me levanté, pillé el autobús y traté de abrir la boca lo menos posible (para no meter la gamba ni bostezar) en una reunión. Regresé. Aunque el sábado, mejor no doy detalles, tuvimos que llevarle a toda prisa al hospital, el domingo el churu ya estaba casi recuperado. A cambio, le pasó el testigo al amor de mi vida, que se pasó casi todo el día en la cama. Y el lunes me tocó a mí. Me pasé todo el día viendo la final del Campeonato Mundial de Snooker y haciendo cosas que mejor no os cuento pero que, no hay mal que por bien no venga, me han dejado con tres kilitos menos. Y aquí estoy, aquí sigo.

Publicado el miércoles, 4 de mayo de 2005, a las 9 horas y 49 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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