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¿AMOR? Regreso en el autobús de las siete. Casi tres horas de viaje. Ponen una película horrible. Atardece sobre Castilla. Disfruto del paisaje hasta que corren las cortinas. El sol nunca luce a gusto de todos. Intento dormir, pero los teléfonos de los pasajeros se alían para impedirlo. La chica del asiento de al lado ha recibido más de media docena de llamadas a la altura de Buitrago. Aunque me han aconsejado que no lea en coches ni autobuses, acabo abriendo un libro. Esta vez, el de un amigo: «Poesía para los que leen prosa». Miguel Munárriz busca lectores como yo, que se creen alérgicos a la rima y las estrofas. Lectores proseros. Me atrapa desde la introducción. Sobre todo, cuando reproduce un poema amoroso de Lope de Vega y estos versos donde Juan Bonilla le rinde homenaje:

«Insospechado sospechoso terco animal despiadado
Imprescindible usurero bendito hijodeputa.
Con él no valen experiencias porque todas engañan
dictando cobardía.
Es el amor.
Quien lo perdió, lo sabe.
»

En Aranda de Duero, mi vecina le explica a una tal Charo y a todo el autobús que tiene a su novio en espera. Alguien que debería estar harto de ser llamado Cari, Corazón y Amor por una voz gélida, aburrida y rutinaria. Se despiden en Lerma con una sonrojante y desapasionada sucesión de Besos, Te quiero y Te amo.

Si eso es amor
Ojalá lo pierdan.

Publicado el martes, 15 de marzo de 2005, a las 0 horas y 24 minutos

¿CINE EN CASA? Antes veías casi todas las nominadas a los Oscar y a los Goya, además de las que triunfaban en Cannes, Berlín y San Sebastián. Tampoco te perdías las que Carlos Boyero elogiaba, las que te recomendaba tu amigo Mariano y las producciones rompetaquillas repletas de sangre y efectos especiales —nadie es perfecto—. Antes ibas al cine.

Ahora vas al videoclub, alquilas un deuvedé, bajas las persianas, enchufas una televisión de 32 pulgadas y 40 plazos, conectas los altavoces —te niegas a llamarlos «cine en casa» o «home cinema»—... y tu querido retoño comienza a berrear en cuanto pegan el primer tiro. Bajas el volumen. Ahora echas de menos hasta las palomitas.

Así pasas una noche, y otra noche, y otra, y otra más. Cuando se acaba el bono del videoclub no lo renuevas. Y te resignas a tragarte «lo que echen» en la tele. Siempre hay algo. Telenarcotizado, un miércoles deja de importarte que tu equipo pierda. Un sábado no protestas cuando tu contraria quiere empacharse de salsa rosa. Pasan semanas, meses, trimestres. Cambias el calendario de la cocina. Y continúas fiel al salón y al sofá, después de las cenas, aunque a menudo te gustaría abandonar a tu mujer y a tu televisión para escaparte a la última sesión o leer un rato. Pero sabes que no debes abandonarlas. Has pasado la mayor parte del día solo. Necesitas compañía.

Publicado el lunes, 14 de marzo de 2005, a las 8 horas y 58 minutos

11-M. Amos Oz (no sé en qué libro o artículo, apunté estas palabras hace un año): «El terrorismo actúa como la heroína: las dosis han de ser cada vez más fuertes para que el efecto se mantenga».

Publicado el viernes, 11 de marzo de 2005, a las 12 horas y 06 minutos

2-0. No te jode que pierdan. Estás acostumbrado. Te jode tragarte el partido solo y en silencio, en el salón de tu casa. Pasarte dos horas, con prórroga incluida, en silencio, solo, cada vez más cabreado según se acerca la temida derrota. Cuando marcan el primer gol mascullas un «mecagüenlaputa» que apenas resuena: el amor de tu vida duerme al churumbel a dos tabiques. Eres un hincha reprimido. Con el segundo gol ni siquiera abres la boca. Sentado en la alfombra, miras alelado cómo lo festejan los jugadores del otro equipo. Apagas la tele en cuanto termina el partido. Te metes en la cocina, preparas una ensalada y un plato de cecina, sacas los quesos, llenas de agua la jarra y pones la mesa. Vas y vuelves de la cocina al salón con sigilo, no sea que se despierte la fiera. Tu contraria sale relajada de la bañera. Se sienta dispuesta a charlar de las cosas del día y a ver el final de Los Serrano. Cenas. Qué lejos estás del piso de estudiantes, de los bares de aquí y de allá donde noches así rugías, maldecías y sufrías con animales de tu especie.

Publicado el jueves, 10 de marzo de 2005, a las 10 horas y 03 minutos

LUISGÉ MARTÍN. En «Los amores confiados»: «Ahora que ya he cumplido los cuarenta años y que me corresponde por lo tanto algo del buen juicio que se les concede a los hombres viejos, sé que la felicidad se logra siempre con menudencias, con cosas insignificantes que se parecen mucho a las que necesitan también las bestias para calmarse: el calor, el reposo, la comida y la fornicación. Lo demás es dudoso y pasajero, pero eso permanece durante toda la vida».

Publicado el miércoles, 9 de marzo de 2005, a las 18 horas y 28 minutos

EN JAQUE. Robert D. James, más conocido como Bobby Fischer, fue detenido el 13 de julio del año pasado en un aeropuerto japonés. Viajaba con un pasaporte invalidado por los Estados Unidos, su país natal, que pretende deportarle y castigarle por haber jugado en 1992 contra Spassky en Yugoslavia durante el embargo de la Guerra de los Balcanes. A pesar de que Islandia le ha concedido un pasaporte y ha enviado a Tokio una delegación para liberarle, continúa encarcelado. La semana pasada, según cuenta su novia, quería desayunar un huevo cocido. No se lo sirvieron. «Entonces, el que es considerado genio del ajedrez se enfrentó a un policía, al que golpeó con el puño, y seguidamente 15 funcionarios de la cárcel se abalanzaron sobre él», escribe Elaine Lies en una noticia de la agencia Reuters que reproduce El Mundo. La periodista apunta que estuvo internado en una celda de aislamiento desde el miércoles hasta el domingo pasados. Sin embargo, reconoce que «el incidente no fue confirmado ni desmentido por portavoces de la prisión, alegando cuestiones de intimidad y seguridad». Si los carceleros no han soltado una palabra sobre lo ocurrido, entonces, ¿cómo sabemos que quince tíos, y no trece o dieciocho, se echaron encima de Fischer? ¿Porque Fischer fue capaz de contarlos mientras le reducían?

Publicado el martes, 8 de marzo de 2005, a las 10 horas y 18 minutos

¿TIEMPO PERDIDO? «¿Pero estás tonto?», me dice mi mejor amigo. «¿Pero no estabas escribiendo una novela? ¿Qué haces perdiendo el tiempo con un diario? Dedícate a lo importante, a currar en cosas que dan dinero y, cuando tengas tiempo para escribir, no lo desperdicies, ponte con la novela, hombre».

Publicado el lunes, 7 de marzo de 2005, a las 11 horas y 54 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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