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EL MOCO. Hay canciones pegadizas. Hojas pringosas. Ranas viscosas. Puentes colgantes...

Pero nunca me habían pedido el teléfono ondeando un moco de todo un poco: pegadizo, pringoso y viscoso.
Tengo una duda: no sé si estaba colgando o se estaba suicidando.
De cualquier forma - y en este caso era redonda y carnosa - la picota era generosa.

He hablado con señoras muy bien vestidas con las que me he tenido que contener por no decirlas: ¿Con esa pinza tan horrorosa que lleva en la cabeza sintoniza muchos canales? Pero la vergüenza ajena y la educación me han llevado a susurrarlas: "Se la ha olvido quitarse una pinza"

Pero, ¿qué se hace en una situación en la que un moco verde y pringoso te taladra la mente y te hipnotiza de tal manera que no eres consciente de cualquier otro presente?

Pero aún fue peor porque el sujeto que llevaba lo llevaba sujeto, pretendía encandilarme, deslumbrarme... y yo realmente lo estaba... Lo estaba... Hipnotizada, fascinada, cegada por esa masa humana carnosa y pringosa que me atacaba.

Yo le oía hacerse el gracioso... y como no tengo tu teléfono... Palabra que de alguna forma yo le escuchaba... pero me concentraba: “No te rías. No pongas caras” Y seguía... y seguía...

...Y en la cumbre una picota destacaba... ¿Me das tu teléfono?... Te doy... un moquero.

Publicado el jueves, 2 de febrero de 2006, a las 16 horas y 54 minutos

CARETOS. El mundo de los gestos es alucinante. Mientras la palabra dice:

- Estoy en el mejor momento de mi vida.

Los gestos taladran: Uva pasa podrida y con resaca de más de un día.

Yo reconozco que como buena vendedora me fío poco de las palabras y mucho de los hechos.
Dicen que se las lleva el viento, y aunque nunca me ha entrado en un ojo mas que una brizna de polvo, quizá alguno haya ido al oculista y le haya sacado un “yo no fui” “puedes confiar en mí” o un “ palabra que es cierto”.

En el mercado, hoy, con un poco de tiempo, he disfrutado el momento.

En la casquería había un ojo que se salía y daba gusto ver los caretos que ponían.
Una tipa con semblante de enterrador, impertérrita, ha soltado un OH como el que lanza un pedo en Si menor en campo abierto. Pero en cambio ha hecho tal aspaviento, que como espantapájaros desde luego no tiene precio.

Mi retina me ha guardado con esmero el puchero de una señora mayor a la que su hija no dejaba comprar chocolatinas.

Y desde luego no hay que ir a Egipto para ver narices.
Todos los perfiles en reposo tienen su distinción. Pero cuando se ven afectados por un hedor, mutan y pierden toda su esplendor.
No es ningún teorema, pero la práctica tiene su gracia.

Era tal la pestilencia que las pobres napias se arrugaban, se contraían, sudaban.
Era la mezcla. A queso, a animal muerto, a leche agria... ¡Qué muecas! ¡Qué arrugas tan sanas!

Pasaron dos calcadas, supongo que hermanas, que eran de “la mejor toma falsa”... ¡Cómo no iba a quererlas la cámara! si mientras la una hacía contorsionismo con su apéndice afilado, la otra pasaba del guiño al posible esguince de napias, en menos que se tarda en decir mama quiero más.

Me han gustado los meneos, y sobretodo porque eran sinceros.

Publicado el miércoles, 1 de febrero de 2006, a las 15 horas y 54 minutos

EL CERDO: mamífero paquidermo sin modales, grosero y puerco.

¡Ese es el sujeto!

En una rueda de reconocimiento lo recordaría por sus gestos. Ahora os cuento.

Al volante, la menda. A mi lado, el marrano.

Una vez que tenemos claro los personajes damos al < PLAY > y comenzamos.

Volvía yo de una entrevista de trabajo. Guindilla 3, cliente 0. Suave como la seda. Con dos orejas y rabo. Y con la satisfacción de haber hecho un nuevo cliente y un amigo en potencia. Sonriente. Feliz. Disfrutando.

El coche como siempre, bien aparcado. No es que sea ruin. Es que paso de pagar al ayuntamiento. ¡Qué me paguen a mí por vivir aquí! No doy nombre a la calle, ni quiero, pero subo la categoría de la finca en un cincuenta por cierto. Y eso es cierto.

Hoy voy sobrada. Se conoce que mi autoestima se ha levantado inspirada.

Pero tengo razón.
¿Acaso yo voy por ahí poniéndoles multas cuando ellos dejan en medio ese camionazo?
"...Es que estamos haciendo obras y no podemos dejarlo en otro lado... es que...es que... excusas, excusas..."

¡Multazo!

¿A qué no hago eso?

Porque considero que si lo has dejado ahí, tus motivos tendrás. Te doy libertad.

No te dejo ni una notita, ni me llevo el vehículo como rehén. Yo me fío de ti. Confío en ti. Anda bonito haz tu lo mismo.

Manos que no dais ¿Qué esperáis? Pues de mí ¡Nada!. O lo justo. Así que paso de multas y de gratificaciones esporádicas.

Lo dicho. Bien aparcado, no me fío.

¿Cómo me voy a fiar de alguien al que colocas en una rotonda, y porque se aburre te monta un pitostio, que cambia la cola de comunidad autónoma!

Es cierto que mucho no les quiero. Y me da, que el día que me pongan una receta, que sé que llegará...por respirar fuerte mientras conduzco, o por guiñar el ojo mientas cambio de marcha....no sé, algo se les ocurrirá para ganar más... todavía les voy a querer más.

Un amor imposible. ¡Platónico!

¡Anda, que mira que multar a la gente por no atarse al asiento!

¿Qué será lo próximo esposarse al volante?

¿Llevar una mordaza?

¿Ponerse unas pinzas en los ojos?

La DGT informa que según un informe elaborado por sus periquitos:

(Sólo les falta un examen para ser peritos, más el de conciencia claro, ¿o ese era el de los abogados? ¡Qué lío!, son todos igual de malos)

“...Las personas ante un accidente, sueltan el volante, con lo que se chocan irremediablemente... por lo tanto, proponemos esposar al piloto al volante, para que de ninguna manera lo suelten... es cierto, que puede haber casos, en los que sea necesario tener una mano libre, pero, hemos demostrado, que son los menos, por lo tanto, proponemos unas esposas en los volantes...“

“...También proponemos una mordaza para que no chillen y así no espanten la fauna...”

Y la medida estrella de las propuestas es sin lugar a dudas:

“...Pinzas obligatorias en los ojos, tanto en el asiento del conductor como del copiloto... para que siempre estén atentos... y para que nunca los cierren... hemos llegado a esta conclusión gracias a una avanzada propuesta de un aventajado zoquete”
(¿Es una errata? ¿Quisieron decir mocete?)
“... inspirado comentó:... Si nunca cierras los ojos, nunca te duermes... siempre ves venir la moto...”

¡Miedo me dan!

Vamos, que más que conductores vamos a parecer una procesión de imitadores de Hannibal Lecter.
¡El silencio de los conductores! Próximamente en todas las carreteras...

¡Qué miedo colega! ¡Qué miedo!

Quizá con estas palabras no parezca lo que soy, una ciudadana ejemplar y modélica. Pero lo cierto, que los que me conocen por mi nombre, podrían atestiguar que no sólo soy cívica, sino que reciclo y me muevo dentro del marco de la ley.
Pero hoy, después de haber tenido a escasos metros a ese gorrino, reconozco que se me han enervado todos mis criterios. Os lo cuento que a este paso no llego.

Como os he dicho, volvía yo a mí casita, cual caperucita con su cestita, cuando al montarme en el coche, y sin yo ser consciente del cerdo que me iba a arruinar parte de mi cerebro. – concretamente el hemisferio izquierdo – sucedieron los siguientes hechos:

A veinte, treinta, cuarenta, de segunda a tercera... estaba en movimiento. El coche ya estaba en la nacional.
Podría haber llegado con el piloto automático, como sólo me tenía a mí, se dejó llevar.

Fui escogiendo calles como buena lagartija, sorteando paquetes y principiantes. Y cuando tan sólo me restaban metros, el semáforo se ruborizó y el de delante se plantó.

Ahí estaba yo. Parada. Estática. Sin hacer nada. Podría haberme dejado llevar por las luces brillantes del de delante, que me recordaban que era otro manta, porque estábamos sin pendiente y el debía pisar tanto el freno que hasta le crujían los dientes. Lo más sencillo habría sido mirar al frente. Pero gire la cabeza y ahí estaba.

Ahí estaba ese cerdo sacando al menos dos entradas. Por el tiempo, y por la profundidad de la escalada, debía de sacar tribuna.
O tribuna o palcos, aunque esa cara revelaba fondo sur y sin butaca.

¡Qué asco!
No es que se metiera los dedos como si le picara el cerebro. Cosa que tampoco me extraña. Es que lo hacía CON SAÑA.
Y luego investigaba. Se miraba los dedos para ver la muestra encontrada.
Reconozco que saca un microscopio y entro en paro cardíaco.

Desde luego, no llevaba GPS, porque según he leído, sólo los cerdos de pata negra la llevan. Y para que vamos a engañarnos ¿Quién va a querer saber dónde exactamente se mete el dedo este cerdo tan corriente?

Publicado el lunes, 30 de enero de 2006, a las 16 horas y 07 minutos

UN GUIÑO A MI ABUELO. Hoy como hace un día espléndido... para quedarse a cubierto, me he puesto el sombrero de mi caza de mi abuelo.

Con mis pantalones piratas de pana y mi agraciada cara más de uno me ha dicho: ¿Dónde vas tan tirolesa?

Y yo con la mente preclara y mi sonrisa aterciopelada he afirmado: DE CAZA.

Publicado el domingo, 29 de enero de 2006, a las 20 horas y 17 minutos

RESIDUOS TÓXICOS. El pañal de mi sobrino de hoy, es una prueba patente de cariño: El mío. Porque ni me he inmutado ante tal pestilencia y variedad de contundencias.

Más que un regalo como lo llama su madre, era un atentado.

Un atentado a mi pituitaria y sobre todo al medio ambiente. ¿Para cuando un contenedor para “abonos” recién salidos del horno?

Ya me imagino en un bosque, un oso, rompiendo una bolsa gigante de basura... y al llegar al pañal... volverse loco y no poder usar su protuberancia nasal ni para encontrar miel, ni para seguir el rastro de un posible predador.

Lo que es el amor...

Publicado el jueves, 26 de enero de 2006, a las 17 horas y 56 minutos

EN CALIENTE. Cuando dicen que “Hay vida inteligente en la tierra”, ¿generalizan para no concretar?: Aquí sí. Ahí no.
Porque si no estaríamos ante un dilema racional, moral y real.

¿Y en los Estados Unidos de América? ¿Hay realmente vida inteligente?

Si les sumamos a todos, llegamos a la conclusión, de que cómo no, hay algunos inteligentes, pero son tan pocos, que no llegan a la media corriente.

Porque vida, hay, y se la dan: La gran vida. Pero que poco inteligentes son.

¿Qué te puedes esperar de una nación que mata a su gente y lo llama Pena de Muerte? Más bien, pena de conocerte.

¡Y por Dios!, si te pide una gran comida de despedida, ¡por favor!, ten piedad, y no le mandes, esa porquería.

Vida inteligente. ¡Pobre gente!
Tantas estrellas para nada. ¡Se han pasado con las barras!

¡Toma batacazo! ¿Cuantas estrellas ves? Así está mejor. ¡Menuda mezcla!

No es que no me gusten los Americanos, es que los pocos a los que oigo hablar, no me demuestran que son humanos. No les catalogo como seres inteligentes y por lo tanto, hombres de mi misma especie, la conocida como inteligente.

¿Cómo un país puede repartir armas y presumir de libertad de expresión, cuando siempre presuponen de uno lo peor?

"Se me acerca un tipo con gorra... ¡OH, no! Va a matarme. John, saca cualquiera de las dieciocho armas que llevas para esta ocasión"

“Si, si, nos quería matar. Sólo nos ha preguntado la hora pero era para despistar. En su fuero interno era una bestia que nos quería aniquilar.
Entonces mi marido ha sacado el trabuco y le ha taladrado.
Mi hijo, le ha pateado la cara, porque daba la impresión que respiraba. Y yo, manteniendo la calma, he sido capaz, de darle mil y una patadas.
¿Nos van a dar una medalla? ¿Nos harán una película y seremos los protagonistas?”


No se puede generalizar. Pero a veces cuando concretan y te enseñan a la gente, a una población a la que llaman corriente, te dan una impresión...

Publicado el miércoles, 25 de enero de 2006, a las 17 horas y 00 minutos

MI CATARRO QUERIDO. El coño de la Bernarda!

Con tal de llevar la contraria...

¡Manda huevos!

Paso dos días con un atasco mayor que el del puente de la Constitución, y cuando por fin recupero mi pituitaria... me la arrasan.

Yo, la ingenua...

Yo, la cándida...

Decido ir al gimnasio a una clase de bicicleta - me niego a utilizar la terminología inglesa - y cuando comienzo a pedalear y a disfrutar de las estupendas posaderas del chaval que iba en cabeza, se me pone un radioactivo-man, justo en mi circulo de respiración vital.

¡Qué peste! ¡Qué ausencia de limpieza de pies a cabeza!... No había moscas en su espacio aéreo porque las pobres habían fallecido en acto de servicio.

¡Ya es mala suerte!

Antes tenía el olfato de baja... Pero mucho me temo, que después de semejante ataque, no me lo haya sedado. Más bien, ha fallecido de forma lenta y intensa. ¡Qué trauma!

En la tumba pondré:

“Caído en acto de servicio. No somos nada... y menos por la mañana”

Guardemos un minuto de silencio.

¡Tiempo!

Publicado el martes, 24 de enero de 2006, a las 15 horas y 40 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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