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RUTINA. Nos casábamos al día siguiente. Tuvo una idea. Debíamos contarnos lo que nunca nos habíamos contado: nuestros secretos verdaderamente inconfesables. Accedí. Me habló de un noviete adolescente y de una infidelidad tempranera. Limpié sus lágrimas con un pañuelo y le hablé de las putas. De mis habituales y ya casi tediosas visitas a Sota de Corazone’s: los jueves de los últimos once meses no había faltado una sola vez.

Después de la luna de miel, cambié de día.

Publicado el sábado, 5 de marzo de 2005, a las 18 horas y 29 minutos

EN EL PORTAL. Nos hemos levantado de la cama (los tres, claro) a las diez de la mañana. Hemos salido sobre las once, a tomarnos unos cafés con leche y unos aspitos en el bar de Alberto. Nevaba. He dejado al churumbel en casa de mis padres y, al volver aquí, casi me atropellan dos señoras que aparcaban sus carritos de la compra a la altura del portal y se han puesto a charlar, indiferentes al viento y los copos. Mientras buscaba las llaves, he escuchado que una decía a la otra: «Y llámame. Cuántas veces te he llamado para salir y nunca me has hecho hincapié».

Publicado el viernes, 4 de marzo de 2005, a las 13 horas y 24 minutos

MÉNAGE À TROIS. Queda muy feo deambular por la casa sin zapatillas y con los calcetines puestos, ya sea empijamado o con unos calzoncillos y una camiseta. Pero es útil, muy útil, si duermes a un bebé en su cuarto sin aplicar el tormento Estivill. Más de una vez, cuando estoy a punto de abrir la puerta, hambriento y medio dormido tras un pulso que suele durar entre un cuarto de hora y cuarenta y cinco minutos, una pisada estruendosa ha provocado que todo vuelva a empezar. Descalzo o calzado, aunque intente emular a Tom Cruise en Misión imposible o a esos ladrones de guante blanco capaces de desvalijarte mientras roncas, siempre armo más ruido. En fin, aunque llevamos semanas y semanas retrasándolo con mil y una excusas, quizá mañana mismo pongamos en práctica el controvertido “Duérmete, niño”. Como quien no quiere la cosa, nuestro pequeño dictador nos ha conducido a un callejón sin salida: desde que claudiqué cuando caí bajo La maldición de la Pantera Rosa, no nos cuesta demasiado dormirle –los calcetines ayudan–, pero a las dos o las tres de la madrugada se levanta de la cuna osito en mano, dispuesto a luchar a brazo partido hasta que le admitamos en nuestra cama. Ha pasado una semanita y cada noche que pasa cedemos antes. En el fondo, estamos muy a gusto con este peculiar ménage à trois. Le vamos a echar de menos. Y a ver qué pasa cuando me olvide de los calcetines y nos limitemos a dejarle en la cuna…

Publicado el jueves, 3 de marzo de 2005, a las 15 horas y 15 minutos


Publicado el miércoles, 2 de marzo de 2005, a las 9 horas y 59 minutos

SOLEDAD. Nunca he estado mejor acompañado ni más solo. Esas paradójicas palabras resuenan en mi cabeza desde hace tiempo. Las pronuncio, en silencio, mientras paseo por estas calles que me han visto crecer y jugar y que ahora me acogen como a un turista, como a un extranjero. O cuando cierro los ojos delante de la pantalla, intentando descansar...

Nunca he estado mejor acompañado ni más solo: vivo en mi ciudad, en la ciudad de mis familiares y amigos, con la mujer de mis sueños y un bebé sano y alegre. No puedo pedir más. Pero trabajo sin acompañantes ni compañeros, en un cuarto donde no escucho más que el esporádico sonido del teléfono, el permanente zumbido del ordenador y, de vez en cuando, algún disco.

Apenas echo en falta la redacción del periódico. Prefiero trabajar sin compañía. Solo.

Las horas cunden más cuando nadie molesta, cuando nada distrae.

Pero la soledad, además de una amante inoportuna, como cantaba Sabina, es una anfitriona temible: te agasaja y te adula para que puedas sentirte a tus anchas, pero al menor descuido te traiciona. La soledad perturba. Corrompe. Disfruta mientras alarga los minutos y nos sumerge en el tedio, o cuando los acorta y nos llena de inquietudes. O al concederte toda la libertad que quieras.

Nunca la vencerás abriendo el navegador o el frigorífico, conectando la radio o la televisión, conversando a través del teléfono o el messenger.

A la soledad hay que domesticarla. Si te rindes a sus caprichos y sus tentaciones, juega contigo. Para trabajar en soledad, sin jefes ni colegas que vigilen tus movimientos, sin más ojos que los tuyos, es preciso ser disciplinado y rutinario.

Soledad. La aliada más fiel. La adversaria más peligrosa.

Publicado el martes, 1 de marzo de 2005, a las 12 horas y 38 minutos

¿PERO? «Telefónica gana un 30% más pero no alcanza los 3.000 millones de beneficio», reza un antólogico titular de elpais.es. Qué pena. Tienen que estar desolados.

Publicado el lunes, 28 de febrero de 2005, a las 10 horas y 52 minutos

EN EL PAREDÓN. Viernes por la tarde. Adelanto, a la altura de la pastelería, a dos adolescentes minifalderas que están fusilando a una «amiga»:

—No la soporto.
—Además baila fatal.
—Está tan gorda...
—Las tetas le llegan al ombligo…

Publicado el viernes, 25 de febrero de 2005, a las 17 horas y 52 minutos

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Ilustración de Toño Benavides
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